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Política

Motines a bordo

Resistencia al cambio siempre hubo. Resistencia y miedo. Que llevaron a Octavio Paz, por ejemplo, a escribir: «Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo». Del miedo al cambio. Sobre todo, en momentos en que no se ve, ni se vislumbra, la luz al final del túnel. Como ahora, tal vez. Destello de ello ha sido la derrota en las elecciones regionales italianas de Massimo D’Alema (en retirada después de haber sido el primer comunista converso que llegó al gobierno) frente al ultraderechista Silvio Berlusconi. Un outsider (forastero de la política), millonario y políticamente incorrecto como Ross Perot, que, a diferencia del norteamericano, supo obtener millones de votos gracias a la decepción de la gente con la partidocracia. Sinónimo de los aparatos que manejan los partidos tradicionales. En Italia, sin embargo, primó más el efecto arrastre de la onda conservadora que surca Europa (es decir, la resistencia al cambio) que una mala gestión de D’Alema. Onda conservadora, o revolución, que comenzó con la victoria en cadena (leer más)

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Sociedad

Devuélvase al remitente

Que Pinochet haya vuelto, o sido devuelto, a Santiago no significa necesariamente una victoria de la que pueda ufanarse a bastón suelto. Es, quizá, la forma más elegante que encontró el gobierno británico, en aprietos desde que recibió el pedido de extradición de la justicia española, de deshacerse de él. O, tal vez, el broche de un acuerdo político cuyas primeras hilachas comenzaron a vislumbrarse en vísperas de las elecciones presidenciales en las que, después de una primera vuelta reñida, Ricardo Lagos, socialista enrolado en la Concertación, coronó la continuidad que rige en Chile desde el final de la dictadura. El triunfo de Lagos, aunque no sea democristiano como Eduardo Frei y Patricio Alwyn, fue como una figurita repetida en los últimos 10 años frente a un candidato por la derecha, Joaquín Lavín, que renunció a mitad de camino a la causa Pinochet por considerarla perdida. No era negocio, al parecer, insistir con el prócer de otra generación. Situación que, como sucedió desde que Pinochet quedó detenido en Londres, el 16 de octubre de 1998, (leer más)

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Política

El club de la pelea

En su momento, poco antes del traspaso del poder en la Argentina, Hugo Chávez evaluó el pedido de un amigo, Carlos Menem: que le concediera asilo político a Lino Oviedo, de formación militar como él, de deformación golpista como él, de cuna humilde como él, de horizontes amplios como él. Sin límites, siempre en la cornisa, como él. Muchos rasgos en común. Demasiados. Sobre todo, para un presidente de lengua filosa y léxico necrofílico que estaba embarcado hasta el cuello en una empresa tan delicada como echar la última palada sobre las tumbas de los partidos tradicionales, la Acción Democrática, socialdemócrata, y el Copei, socialcristiano. Son las víctimas, ahora, del monstruo que ellos mismos crearon, al estilo Frankenstein, con cuatro décadas de desgobierno y de corrupción. De ahí que Chávez, pendiente de la reforma constitucional que coronó el miércoles con su victoria abrumadora en un referéndum en el que participó menos de la mitad de la gente, no podía hacerse cargo de un par en desgracia, prófugo de la justica de su país, con el (leer más)

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Política

Dicen que estoy aburrido

O los votantes latinoamericanos están cansados y confundidos, como barrunta Jorge Castañeda, politólogo mexicano. O están desencantados con las políticas neoliberales de los últimos años, como convienen sus colegas James Petras, norteamericano, y Morris Morley, australiano. O, por qué disimularlo, están decididamente aburridos. Lo demostraron las elecciones recientes de la Argentina, México (las primarias del Partido Revolucionario Institucional) y Uruguay (en especial, la segunda vuelta). Quedará más marcado hoy en las presidenciales de Chile, en donde el síndrome Pinochet está vivo y enterrado, y en el plebiscito del miércoles por medio del cual Hugo Chávez pretende legitimar el comienzo de una era nueva (¿acaso imperial?) en Venezuela. La apatía no es mala. Debería ser la consecuencia normal de las sucesivas elecciones que hubo en la región desde el final de las dictaduras menos una, Cuba, aunque haya habido gobiernos democráticos, y los hay, con rasgos autoritarios, caso Alberto Fujimori en Perú. Pero existe en forma paralela un notable desgano entre la gente que Castañeda asocia con la falta de respuesta a las expectativas que han (leer más)

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Política

Cambio de hábitos

Pocas veces titubea Madeleine Albright, la secretaria de Estado norteamericana. En la tarde del 15 de agosto de 1997, a eso de las cinco, no tuvo más remedio. En sus mejillas se había acentuado el rubor. No por el verano de Washington, habitualmente impiadoso, ni por exceso de maquillaje. “¿Estamos seguros de que la traducción es la correcta?”, inquirió. La intérprete, conteniendo la risa, asintió. Jesús Esquivel, mexicano, periodista de la agencia Notimex, le había preguntado al canciller Guido Di Tella si la designación de la Argentina como aliada extra-NATO de los Estados Unidos iba a incrementar las relaciones carnales entre ambos países. “Relaciones carnales”, dijo. La sala de conferencias del Departamento de Estado estalló en carcajadas. Todos, menos Albright, parecían conocer la frase. “Ahora tenemos formas más técnicas de definir nuestras relaciones”, repuso Di Tella, el autor de la ocurrencia que terminó en marca registrada. A Albright le susurró al oído: “Después le explico”. Ella entendió de qué se trataba y, abanicándose con la mano, concluyó: “Es un día caluroso de agosto”. Aún no (leer más)

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Política

Colombia: segundos, afuera

Dice un cable reservado del embajador norteamericano en Bogotá: “Estoy completamente en contra del ingreso de personal militar en Colombia. La existencia de planes de contingencia para fuerzas de tierra es dinamita. Representa un peligro para las relaciones entre los Estados Unidos y Colombia”. El cable, firmado por Covey Oliver, data del 26 de agosto de 1965. En ese momento, crispados los nervios en Washington por la expansión del comunismo en América latina desde Cuba, el presidente Lyndon Johnson ordena el desembarco de tropas en República Dominicana y evalúa una eventual intervención en Colombia. Intervención que, finalmente, no se concreta. Pero, con apoyo logístico norteamericano, aviones de la fuerza aérea colombiana pulverizan una sublevación campesina en el sur del país, en donde, con el respaldo financiero e ideológico de Fidel Castro, campean las llamadas repúblicas independientes. Mueren Pedro Brincos, Tarzán, Desquite, Puñaladas, Puente Roto y Sangre Negra, entre otros líderes de un incipiente grupo guerrillero, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que ha nacido en 1964, un año antes, cual réplica al rechazo del (leer más)

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Política

El Cóndor pasa

Vaya coincidencia: el gobierno norteamericano destapa la lata de gusanos (definición de un agente de la CIA sobre los papeles que confirman los lazos entre Washington y Santiago antes, durante y después del brutal golpe de Estado de 1973) a pocas horas de que el presidente de Chile, Eduardo Frei, arranca una tibia promesa de sensibilidad de su par español, José María Aznar, con tal de que Pinochet pueda volver a casa. Frei, con mandato a plazo fijo hasta fin de año, aduce razones humanitarias (un neologismo para la colección de fin de siglo, como limpieza étnica y daños colaterales) en su afán de obtener piedad para el senador vitalicio que ha caído en desgracia, pero Aznar toma prudente distancia del asunto: el juez Baltasar Garzón, no su gobierno, giró el pedido de extradición por crímenes contra ciudadanos españoles en los años de plomo. Y la justicia, mi amigo, es independiente. Es una respuesta de circunstancia. ¿Quién podría negarle compasión a un hombre de 83 años con diabetes, depresión y problemas cardiorrespiratorios, por más que (leer más)