
La novedad y el cambio
En 2009, tras recibir de George W. Bush el legado de dos guerras y varios favores a los bancos que llevaron a la crisis a los Estados Unidos y buena parte del planeta, Barack Obama tuvo su primer contacto con el vecindario. Fue en la V Cumbre de las Américas, realizada en Trinidad y Tobago. Hugo Chávez se apresuró a regalarle el libro “Las venas abiertas de América latina”, de Eduardo Galeano. Otros aparentes embanderados contra el imperialismo no vacilaron en desearle suerte. Era la novedad y, a su vez, el cambio. El mundo había votado por él mucho antes que los norteamericanos. Un presidente diferente no representaba a un país diferente ni defendía intereses diferentes. Por ignorancia, algunos de sus pares latinoamericanos creían que iba a agradecerles los desplantes contra su antecesor, interpretados en los Estados Unidos como afrentas contra el país. Obama planteó el respeto, la responsabilidad y la asociación entre iguales como ejes en la relación con el continente. Se trataba de una versión remozada del enfoque de Bush tras el fiasco (leer más)