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Política

El diluvio que viene

Tras las inundaciones, Chávez se propone gobernar por decreto durante un año y medio De haber ganado Hugo Chávez las legislativas de septiembre con holgura suficiente como para asegurarse los dos tercios de los escaños en la Asamblea Nacional, no habría solicitado por cuarta vez en casi 12 años de gestión una ley habilitante para gobernar por decreto. La ley habilitante es un recurso extraordinario, no una herramienta para preservar el poder cuando amenaza con menguar como consecuencia del desgaste natural del presidente. Este tipo de artimaña en nada se parece a un golpe de Estado, pero escasos favores termina haciéndoles a las instituciones de Venezuela. Tanto celo por centralizarlo todo y no dejar resquicio alguno a la oposición no hace más que debilitar la democracia. Todo aquel que disiente con Chávez es un “escuálido” o un “pitiyanqui”. Si el modelo venezolano es tan eficaz, ¿por qué los otros presidentes de América latina son tan cortos de miras que no sacan provecho de una buena vez de los beneficios del socialismo del siglo XXI? Ni (leer más)

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Economía

¿Quién paga los platos rotos?

La mayoría de los europeos objeta las políticas de austeridad y ajuste presupuestario Pasada la medianoche del sábado 4, el rey Juan Carlos de España seguía en vela. Estaba en Mar del Plata, donde se celebraba la XX Cumbre Iberoamericana. Debía firmar a esas horas el primero de los dos decretos por los cuales se declaraba por primera vez el estado de alarma en su país, ahora prorrogado por el Congreso de los Diputados. La huelga de los controladores aéreos, en respuesta a la decisión de José Luis Rodríguez Zapatero de privatizar la gestión de los aeropuertos de Madrid y Barcelona, derivó en la excepción que, en vísperas de Navidad, pasó a ser una regla: los huelguistas adquieren condición de militares y los militares, al mando de las torres de control, deben comunicarles “la nueva situación”. Era la primera vez en dos décadas que un presidente del gobierno español no asistía a un foro iberoamericano. El faltazo de Zapatero reflejaba la magnitud de la crisis, explicaba someramente por el rey Juan Carlos al presidente de (leer más)

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Economía

Tentaciones peligrosas

Ni Brasil, buque insignia de la región, ha podido desterrar el flagelo de la corrupción Poco antes de ganar las presidenciales de Brasil, Dilma Rousseff sorteó un escándalo mayúsculo. Erenice Guerra, su mano derecha y sucesora en el cargo de jefa de ministros del gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva, se vio obligada a renunciar bajo la sospecha de haber participado de una firma de cabildeo que manejaban sus parientes y que habría ayudado a compañías privadas a obtener contratos y préstamos bancarios estatales para proyectos de obras públicas. Parte del dinero recaudado iba a ser volcado en campañas políticas. El presunto tráfico de influencias a punto estuvo de manchar la reputación de la ahora presidenta electa. En estos ocho años, Brasil alcanzó el octavo lugar entre las economías más poderosas del planeta y, a su vez, adquirió un rol influyente en el concierto internacional. Lula actuó en sintonía con el legado de Fernando Henrique Cardoso, más allá de las discrepancias entre ambos. Con la renuncia de Guerra, el primer gobierno en la historia (leer más)

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Política

Una de piratas

Los documentos de WikiLeaks muestran cómo se forman opiniones los gobiernos En sus orígenes, las normas de los diplomáticos eran poco elevadas: “Sobornaban a los cortesanos; fomentaban e incitaban rebeliones; alentaban a los partidos de oposición; intervenían en los asuntos internos de los países donde estaban acreditados en la forma más subversiva, mentían; espiaban, y robaban”. Un embajador “se consideraba a sí mismo un honorable espía”. Esta descripción descarnada del diplomático británico Harold Nicolson no es de ayer ni de anteayer, sino de 1939. Cobra actualidad, como su libro Diplomacy (Diplomacia), tras la avalancha de documentos secretos y confidenciales del Departamento de Estado que ha ventilado sin pudor el sitio digital WikiLeaks. Si los diplomáticos, como expone Nicolson, “tienen tanto miedo de que se les acuse de falta de juicio que a toda costa se abstienen de expresar juicio alguno”, en las comunicaciones dirigidas a sus superiores, llamadas cables, se despachan con retratos indiscretos de los mandatarios y los políticos de los países en los cuales prestan servicios. Este procedimiento no tiene copyright de los (leer más)