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Pertenecer tiene sus privilegios

En la novela La balsa de piedra, de José Saramago, un tal Joaquim Sassa teme haber provocado la separación de la Península Ibérica del continente europeo. La convierte en una isla, supone, tras arrojar al mar una piedra “pesada, ancha como un disco, irregular” que, a su juicio, no estaba en su lugar. “Como no llevaba bolsillos ni bolsa para guardar sus hallazgos, devolvía al agua los restos muertos cuando tenía las manos llenas, al mar lo que al mar pertenece, la tierra que se quede con la tierra”, se excusa. La grieta se abre en forma espontánea a la altura de los Pirineos, no por su culpa, “convirtiendo ríos en cascadas y avanzando los mares unos kilómetros tierra adentro”. Desde la isla, aparentemente creada sólo porque el tal Joaquim no tenía dónde poner aquello que encontraba, nada se ve igual que antes. Ni Portugal, ni España, ni Andorra, ni el territorio de Gibraltar son los mismos. El aislamiento dinamita las impresiones del mundo conocido. Todo parece lejano ahora: desde la crisis económica hasta los (leer más)

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Hasta que la política nos separe

El artículo 186 de la Constitución de Guatemala pretende ser un seguro contra el nepotismo: prohíbe que los familiares del presidente de la república de hasta el cuarto grado de consanguinidad y el segundo de afinidad puedan aspirar a sucederlo. A su vez, Álvaro Colom, presidente desde 2008, está impedido de ser reelegido y, a diferencia de pares latinoamericanos de sesgos tan diferentes como Álvaro Uribe, Hugo Chávez, Carlos Menem y Alberto Fujimoni, no tiene margen para alterar la letra constitucional. ¿Entonces? Fácil: la primera dama tramitó el divorcio exprés, autorizado el viernes por la jueza Mildred Roca. “Me estoy divorciando del presidente para casarme con el pueblo, con la gente de Guatemala”, proclamó Sandra Torres, imitando con su presunto “sacrificio personal y familiar” a Evita y, de ser elegida en septiembre, coronando la rehabilitación del “dedazo”, aparentemente abolido tras las siete décadas en el poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Hasta 2000, el presidente de México designaba de ese modo a su sucesor. Esa treta tuvo un precedente reciente en la Argentina: la decisión (leer más)

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Fisuras en el frente

La represalia contra Khadafy desnudó las diferencias entre los socios de la coalición A diferencia de Irak y a semejanza de Kosovo, el establecimiento de la zona de exclusión aérea en Libia no supone promover la democracia, sino proteger a la población civil de la masacre que se proponía consumar Muammar Khadafy. Es la primera intervención militar no heredada de Barack Obama, Nicolas Sarkozy y David Cameron, entre otros líderes involucrados en la resolución 1973 del Consejo de Seguridad. En ese ámbito hasta el embajador libio pidió ayuda: “Por favor, Naciones Unidas, salven a Libia –clamó Mohamed Shalgham, desmarcado del régimen vitalicio de su país–. Le digo a mi hermano Khadafy que deje en paz a los libios”. La resolución, discutida en un primer momento entre los Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Alemania, contempla la zona de exclusión aérea y un pedido a la Corte Penal Internacional para investigar posibles crímenes de lesa humanidad. Crucial ha sido el respaldo de la mayoría de los países de la Liga Árabe, excepto Siria, Argelia y Mauritania. (leer más)

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La última trinchera

Los gladiadores, sostiene Séneca, “están protegidos por la destreza, pero se quedan indefensos por la ira”. Es la ira, precisamente, el motor de la protesta árabe. No se ha prendido fuego por otro motivo el humilde vendedor de frutas y verduras tunecino Mohamed Bouazizi; su muerte desencadenó la revuelta que aplastó al régimen represivo y corrupto de Zine el Abidine Ben Alí. Tampoco estallaron por otro motivo los egipcios, impotentes como los tunecinos frente a los abusos de las autoridades con sus demandas de baksheesh (propinas traducidas en coimas). Ni tampoco arde por otro motivo Libia, sometida a los caprichos de Muammar Khadafy. Facilitaron la faena las redes sociales, a menudo bloqueadas por esos regímenes y otros, pero nunca resultaron determinantes por sí mismas. El hijo favorito de Khadafy, Saif el Islam, cargó contra “el enemigo exterior” que, “con el uso de Facebook, se ha unido a la oposición interna para imitar lo que ocurre en los países árabes”. La ira es anterior a Internet, por más que una pareja egipcia haya querido rendirle tributo (leer más)

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El ocaso de un converso

En los ochenta, Muammar Khadafy estaba acusado de violar los derechos humanos y patrocinar el terrorismo; Saddam Hussein también sometía a los suyos, pero compensaba su crueldad manteniendo a raya a Irán. Era entonces un aliado de Occidente. Tres décadas después, uno pende de un hilo a raíz de la marejada de protestas árabes que barrió las dictaduras de Túnez y Egipto; el otro ha muerto colgado como correlato de la “guerra contra el terror” declarada con puras mentiras por George W. Bush, Tony Blair y compañía. En su momento, Khadafy resultó tan útil contra Irán como las dictaduras militares latinoamericanas contra el comunismo. Si Ronald Reagan se había atrevido a llamarlo “perro rabioso” al bombardear Trípoli en 1986, Blair no vaciló en abrazarlo en 2004, en la misma ciudad, por su apoyo a “la guerra contra el terror”. Compañías petroleras británicas y alguna que otra norteamericana firmaron de inmediato lucrativos contratos con Libia. Casualmente, Khadafy usó como carta de resarcimiento su renuncia al programa nuclear. Era, según él, un hombre nuevo, pero, en la (leer más)

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La imaginación al poder

Algunos gobiernos todavía no han alcanzado a percibir los cambios en el mundo árabe Superado el primer impacto de las revueltas árabes, una broma comenzó recorrer Europa: si quieres saber qué países serán los siguientes en estallar, fíjate dónde pasan sus vacaciones los ministros franceses. Entre Navidad y Año Nuevo, la ministra de Asuntos Exteriores, Michèle Alliot-Marie; su pareja, el ministro de Relaciones con el Parlamento, Patrick Ollier, y sus padres se desplazaron desde la ciudad de Túnez hasta las playas de Tabarka, en plan de descanso, en el jet del millonario Aziz Miled, socio del cuñado del dictador tunecino. En esos días, el primer ministro,  François Fillon, estuvo en Asuán, invitado por el gobierno egipcio. Tras el derrumbe casi en estéreo de Zine el Abidine Ben Alí y Hosni Mubarak, Nicolas Sarkozy se tomó la cabeza con las manos. Los padres de la ministra Alliot-Marie aprovecharon esos días en Túnez para comprar acciones de un emprendimiento inmobiliario de Miled. La casualidad resulta bochornosa, pero, hasta ese momento, eran aliados inevitables de Occidente ambos regímenes (leer más)

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La tormenta perfecta

Mubarak cayó bajo el peso de la corrupción y la represión que instauró como sistema En junio de 2009, durante su histórico discurso en la Universidad de El Cairo, Barack Obama mencionó apenas tres veces la palabra democracia. Las suficientes. La primera, al referirse a la guerra contra Irak, para diferenciarse de su antecesor, George W. Bush, y señalar que “ninguna nación puede imponer o debe imponer a otra sistema de gobierno alguno”. La segunda para aporrear a “algunos que defienden la democracia sólo cuando están fuera del poder y, una vez que llegan a él, son despiadados en la represión”. Y la tercera para instar a sus pares a “respetar los derechos de las minorías” y aclararles que “las elecciones por sí solas no constituyen una democracia auténtica”. Era para alquilar balcones si el anfitrión, Hosni Mubarak, hubiera acusado recibo de sus palabras, pero, convencido de que era más cómodo para Obama conciliar con un déspota como él que apuntalar una rebelión en cadena en el mundo árabe, ni se mosqueó. No veía entonces (leer más)

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Hipocresía a plazo fijo

Es el estrepitoso final de los regímenes árabes, antes confiables, ahora despreciables Lejos de las ambiciones de un hombre humilde como Mohamed Bouazizi estaba apurar el derrocamiento de un déspota que se hacía llamar “el líder”, “el iluminado”, “el salvador”, “el combatiente supremo”, “el sol que brilla sobre los tunecinos” y “la ambición que nutre al pueblo”. La mera mención de Zine el Abidine Ben Alí acarreaba un deseo reservado al profeta Mahoma: “Que la paz esté con él”. Eso ocurrió hasta que el 14 de enero, por primera vez en 23 años, los imanes omitieron en la oración que Alá preservara su salud y la de su familia. Era un indicio del cambio: los tunecinos le habían perdido el respeto, si no el miedo, pilar del principio de autoridad entre los árabes. Bouazizi, vendedor de frutas y verduras en la plaza de un ignoto pueblo de Túnez, había perecido 10 días antes. Tenía 26 años. Estaba harto de los abusos. Lo amenazaba a menudo la policía, entrenada en sobornos. La mañana decisiva, el 17 (leer más)

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El diluvio que viene

Tras las inundaciones, Chávez se propone gobernar por decreto durante un año y medio De haber ganado Hugo Chávez las legislativas de septiembre con holgura suficiente como para asegurarse los dos tercios de los escaños en la Asamblea Nacional, no habría solicitado por cuarta vez en casi 12 años de gestión una ley habilitante para gobernar por decreto. La ley habilitante es un recurso extraordinario, no una herramienta para preservar el poder cuando amenaza con menguar como consecuencia del desgaste natural del presidente. Este tipo de artimaña en nada se parece a un golpe de Estado, pero escasos favores termina haciéndoles a las instituciones de Venezuela. Tanto celo por centralizarlo todo y no dejar resquicio alguno a la oposición no hace más que debilitar la democracia. Todo aquel que disiente con Chávez es un “escuálido” o un “pitiyanqui”. Si el modelo venezolano es tan eficaz, ¿por qué los otros presidentes de América latina son tan cortos de miras que no sacan provecho de una buena vez de los beneficios del socialismo del siglo XXI? Ni (leer más)

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Una de piratas

Los documentos de WikiLeaks muestran cómo se forman opiniones los gobiernos En sus orígenes, las normas de los diplomáticos eran poco elevadas: “Sobornaban a los cortesanos; fomentaban e incitaban rebeliones; alentaban a los partidos de oposición; intervenían en los asuntos internos de los países donde estaban acreditados en la forma más subversiva, mentían; espiaban, y robaban”. Un embajador “se consideraba a sí mismo un honorable espía”. Esta descripción descarnada del diplomático británico Harold Nicolson no es de ayer ni de anteayer, sino de 1939. Cobra actualidad, como su libro Diplomacy (Diplomacia), tras la avalancha de documentos secretos y confidenciales del Departamento de Estado que ha ventilado sin pudor el sitio digital WikiLeaks. Si los diplomáticos, como expone Nicolson, “tienen tanto miedo de que se les acuse de falta de juicio que a toda costa se abstienen de expresar juicio alguno”, en las comunicaciones dirigidas a sus superiores, llamadas cables, se despachan con retratos indiscretos de los mandatarios y los políticos de los países en los cuales prestan servicios. Este procedimiento no tiene copyright de los (leer más)

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Bautismo de fuego

El ataque de Corea del Norte a su vecino del Sur coincide con la entronización del heredero del dictador Kim Jong-il Desde el día 10 del mes 10 (octubre) del año 10 (2010) tienen los norcoreanos la certeza de que la dinastía comunista creada por Kim Il-sung continuará, tras la muerte de su lunático hijo Kim Jong-il, con su enigmático nieto Kim Jong-un. El Brillante Camarada, ascendido a teniente general en un par de semanas, es ahora el vicepresidente de la Comisión Militar Central. Está al mando del cuarto ejército más numeroso del planeta, con 1,1 millones de soldados y 4,7 millones de reservistas. Lo designó su padre, El Querido Líder, tras presentarlo como su sucesor en el 65° aniversario del Comité Central del Partido de los Trabajadores (PT). El brazo político del régimen aún reconoce como único guía al Presidente Eterno de la República Popular Democrática de Corea, muerto en 1994. En teoría, Kim Il-sung sigue en ejercicio postmortem mientras su hijo aplica la llamada autodependencia, emanada de la filosofía nacional inventada con el (leer más)

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Yo vengo a ofrecer mi corazón

La líder opositora birmana Suu Kyi insta a organizar una «revolución no violenta» La líder de la oposición birmana, Aung San Suu Kyi, atenúa sus pesares con una máxima de un monje budista: “Para lograr la felicidad, tienes que invertir en sufrimiento”. Demasiado ha invertido en sufrimiento esta viuda de 65 años: estuvo detenida 15 de los últimos 21 años. Su lucha no violenta por la democracia y los derechos humanos ha sido premiada en 1991 con el Nobel de la Paz, pero, como en el caso del disidente chino Liu Xiaobo, terminó siendo nocivo ese galardón ante una junta militar cuyo enigmático jefe, el vanidoso y arrogante general Than Shwe, se inspira en legendarios reyes guerreros y cartas astrológicas para validarse a sí mismo. Tras la farsa de las primeras elecciones parlamentarias birmanas en dos décadas, celebradas el 7 de noviembre, el vetusto y cobarde régimen militar de Myanmar (nombre de Birmania desde 1989) liberó a “La Dama”, como llaman a Suu Kyi. Estuvo siete años bajo arresto domiciliario. No salió de su casa (leer más)

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Cuando llueve, diluvia

Los magros resultados de la cumbre del G-20 demorarán la solución de varios asuntos La nave va, pero “sigue habiendo riesgos”. Es el punto más preciso de la recatada declaración final del G-20, dominada por el temor a una recaída en el proteccionismo capaz de revivir los fantasmas de la Gran Depresión de 1930. Los daños colaterales son públicos y notorios mientras arrecian las protestas contra los ajustes drásticos. El escaso progreso de los Objetivos del Milenio, pautados por las Naciones Unidas para 2015, refleja cuánto pueden demorarse metas tan necesarias como la reducción de la pobreza y el hambre a la mitad de los índices de 1990, dos tercios de la tasa de mortalidad infantil y las tres cuartas partes de la mortalidad materna. De la cumbre de Seúl no surgieron certezas, sino discrepancias. Y esas discrepancias, centradas en la guerra de divisas entre China y los Estados Unidos, demoran, también, la solución de otros pendientes cruciales, como el tráfico de armas, drogas y seres humanos; el lavado de dinero, y la violación de (leer más)

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Que no se vayan todos

El movimiento ultraconservador Tea Party saca partido del mal humor de la gente En 1862, Abraham Lincoln no pudo mantener la mayoría de número republicana en la Cámara de Representantes. Desde entonces, casi todos los presidentes de los Estados Unidos han besado el polvo en ese ámbito en las primeras elecciones de medio término de sus mandatos. Hubo pocas excepciones: Theodore Roosevelt en 1902, Franklin Roosevelt en 1934, Bill Clinton en 1998 y George W. Bush en 2002. Los otros derraparon, incluido Clinton en 1994. Dieciséis años después, con Barack Obama en la Casa Blanca, los demócratas perdieron el control de la Cámara baja y parte de la supremacía en el Senado. La disconformidad popular se ensañó, esta vez, con el promotor del cambio. Obama acusó recibo y se acusó a sí mismo: “Esta paliza me deja claro lo importante que es para un presidente salir de la burbuja de la Casa Blanca”. De la paliza pudo ufanarse Sarah Palin, puntal del ultraconservador Tea Party, encolerizada con “un presidente que, tal vez por primera vez (leer más)

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Sabiduría oriental

Mujica interpretó la súbita muerte de Kirchner como un llamado de atención para todos Entre las condolencias por la súbita muerte de Néstor Kirchner, la más cálida y emotiva resultó ser la más cercana. “La vida continúa”, juzgó desde la otra orilla del Río de la Plata el presidente de Uruguay, José Mujica. Esta pérdida, agregó, “es un llamado de atención para todos”. No era un mensaje político, sino una reflexión sobre la vida misma, que “se nos va en un santiamén” y “hay que vivirla”. Después, en una entrevista radial con Víctor Hugo Morales, el inefable “Pepe” declaró: “El río nos separa, pero también nos une”. No sólo el río nos une. La delegación uruguaya estuvo compuesta por la senadora Lucía Topolansky, esposa de Mujica, y miembros de todos los partidos políticos con representación parlamentaria. Ese gesto de solidaridad, más allá de las lógicas diferencias entre el Frente Amplio y los partidos Nacional, Colorado e Independiente, mostró la dimensión humana de una dirigencia que, sin renunciar a sus respectivas banderas, pudo estar a la (leer más)