Tracción a propina

En latín, propināre significa “dar de beber”, gentileza obligatoria en algunos países y optativa en otros




Sabina: "..le solté al barman mil de propina..."
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Exiliado en Londres durante el franquismo, el cantante español Joaquín Sabina se ganaba la vida cantando en el metro y donde pudiera. En 1974, George Harrison festejaba su cumpleaños en un bar llamado Mexicano-Taverna. Sabina, después de actuar, recibió cinco libras de propina del ex Beatle. En algunas ocasiones ha dicho que conserva el billete como un tesoro; en otras, que, “en realidad, me lo bebí aquella noche”.

En ambos casos, la propina justificó su razón de ser. Surgió entre los antiguos griegos. Acostumbraban beber parte del contenido de la copa. El resto era para aquel a cuya salud se brindaba. Entre los famosos, Tiger Woods, Madonna, Barbra Streisand, Mariah Carey, Bill Cosby y Sean Penn suelen evitar la propina a toda costa o, si no encuentran escapatoria, redondear con 10 o 20 dólares cuentas superiores a los 400.

En Europa, según una encuesta, los españoles son los menos generosos en dejar gratificaciones después de los italianos. La escasa disposición se agrava en épocas de vacas flacas. Los franceses y los italianos, a diferencia de los ingleses y de los españoles, se ven obligados a dejar propinas. Los clientes califican de ese modo un servicio que ha estado a la altura de sus expectativas. La excepción son los franceses: esperan que sus expectativas sean superadas.

La propina es obligatoria en los Estados Unidos. Ronda entre el 15 y el 20 por ciento de la cuenta. En América latina es voluntaria y varía entre el 5 y el 10 por ciento. En Chile era estricta hasta 1981: 10 por ciento, fijado por ley. En Costa Rica no es un insulto como en Japón, pero, como no forma parte de la cultura, el restaurante o bar incluye el 10 por ciento en la cuenta. En Alemania también figura en la cuenta.

En latín, propināre significa “dar de beber”. Luego pasó a ser el redondeo de la cuenta o, como en los Estados Unidos, una suerte de impuesto. En alemán y en francés, propina quiere decir dinero para beber. En ruso, dar para el té.

En medio de la crisis española de 2012, el presidente de una importante compañía soltó 100 euros a un lustrabotas y, en una terracita de la coqueta calle Serrano, de Madrid, pagó 10 euros por un café mientras degustaba un puro. No sorprendió la generosidad, sino la rareza en un país propenso a no soltar propinas.

Sabina hizo bien en guardarse el billete en el bolsillo o en gastárselo en copas. Quizás en tributo a Harrison escribió: “Yo era un capo en el ambiente, / derrochaba adrenalina, / me presentaba en Corrientes, / tenía palco en el Colón, / manejaba un convertible, / no escatimaba propinas”. En otra canción, emulando a un tipo normal y corriente que conoce a una mujer y debe salir volando del bar con ella, le suelta “al barman mil [pesetas] de propina”.

Es la regla: suelen dar más quienes menos tienen.

Jorge Elías
@JorgeEliasInter | @Elinterin
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