Getting your Trinity Audio player ready… Detrás de los bombardeos prevalece el miedo de la gente ante un futuro tan incierto como las amenazas de Ben Laden Vivimos con Dios, y con el corazón, en la boca. Pendientes, o dependientes, del resultado incierto de la represalia incierta contra un enemigo incierto. Ensimismado. Agazapado en las sombras. Tan sombrío, en definitiva, que ve la realidad con un solo ojo, como el mullah Muhammad Omar, líder supremo del régimen talibán. Y, cual cíclope, no distingue daños entre pulverizar las Torres Gemelas, un ala del Pentágono o las estatuas de Buda. De ahí, el terror. La psicosis. La asociación libre frente a todo aquello que tenga aparente autoría terrorista, como los rarísimos casos de ántrax en los Estados Unidos. De ahí, también, la desconfianza frente a todo aquel que tenga mirada incisiva y barba tupida, como Osama ben Laden, cabecilla del grupo Al Qaeda (La Base). Un terrorista de la peor estofa. El peor. Capaz de jurar venganza por los bombardeos contra Afganistán y de ufanarse, en el (leer más)
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