Dos y dos son cinco en Venezuela
Los votos de la aventura constituyente de Nicolás Maduro no podían ser menos que los del plebiscito simbólico de la oposición, realizado dos semanas antes, ni más que los de Hugo Chávez durante el boom del petróleo. Era cuestión de abatir a unos y, sin ofender la memoria del líder de la revolución bolivariana, darse un baño de masas con los suyos. Los leales. Le salió al revés. La compañía que fiscalizó las elecciones en Venezuela entre 2004 y 2015, Smartmatic, denunció un fraude monumental. ¿Por qué lo hizo? Por la reprimenda internacional. Abrió el paraguas frente a una eventual pérdida de confianza. Vital en una firma de ese tipo. Que Estados Unidos tilde de “dictador” a Maduro y dicte sanciones económicas contra él y su tropa, que la Unión Europea no reconozca la validez de la mentada Asamblea Nacional Constituyente o que buena parte de América latina se tome la cabeza con las manos tras la vuelta a la prisión militar de Ramo Verde de los opositores Antonio Ledezma y Leopoldo López no turbó (leer más)