
Lo mejor de cada casa
En la selección de su equipo, Obama privilegió la destreza a la filiación partidaria En forma sorpresiva, durante una visita a Londres en 2003, Hillary Clinton elogió a Margaret Thatcher. Se suponía que, como Tony Blair, estaba en las antípodas de la ex primera ministra, de ideología conservadora. De ella llegó a decir François Mitterrand que tenía “la boca de Marilyn Monroe y los ojos de Calígula”. Lejos de tributarle un piropo, el ex presidente francés procuró describirla como una mujer inteligente e intrigante que ponía nerviosos a los hombres y, en algunos casos, lograba atemorizarlos. Les debía a los soviéticos el mote de Dama de Hierro. Hillary no comulgaba con Thatcher, pero cambió de parecer. Se sintió identificada con ella, sobre todo, mientras peleaba la candidatura presidencial con Barack Obama. Quería mostrarse, también, como una mujer inteligente e intrigante. Hasta que soltó una lágrima y, como jamás había hecho Thatcher, atribuyó a su condición femenina las críticas de la prensa. La imagen gélida de la senadora que había soportado los embustes de Bill Clinton (leer más)