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Sociedad

Dios no atiende en Buenos Aires

En la Argentina suele decirse que Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires. Es una ironía sobre la toma de decisiones, propia de la capital en desmedro de las provincias. Jorge Bergoglio, oriundo de Buenos Aires, ha pasado a ser el líder espiritual de 1.200 millones de fieles, algo menos que la población de China en coincidencia con la asunción del nuevo presidente de ese país, Xi Jinping. Todo el mundo deposita ahora en el papa la esperanza en vislumbrar una iglesia mejor tras las miserias de la pederastia, entre otras. Si Juan Pablo II era una respuesta contra el comunismo en Europa del Este, ¿qué significa un papa como Francisco para América latina? En “el fin del mundo”, como él mismo llamó a la Argentina, muchos aún se frotan los ojos sin salir de su asombro. La consagración de un papa argentino, latinoamericano y jesuita, cada atributo por primera vez, no es fácil de asimilar. El país está sumido en una profunda polarización, advertida en sus homilías. A la presidenta Cristina (leer más)