Sociedad

Niña guerrillera, con FARC desde los 12, vive para contarlo

En el campamento, a la vera de las montañas del sur de Colombia, Martha González se levantaba a las 4.20 de la mañana, tomaba un tinto (café) y, si no tenía pendientes, arreglaba sus cosas. A las 6 servían el desayuno (chocolate y arepa). A las 12, el almuerzo (frijoles, arroz, arvejas y jugo de mora). A las 5 de la tarde, la cena. Y a las 8 se iba a dormir. De los camaradas, a los cuales comparaba con “mamá y papá”, recibía maquillaje y esmalte. “Los civiles no me llaman la atención, pero, por ser guerrillera, no dejo de ser mujer”, me explicó. Tenía 26 años en 2000. Había pasado más de la mitad de su vida en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Juraba Martha González, mientras sus compañeros iban y venían a nuestras espaldas con los fusiles en posición de siesta, que no tenía miedo. Que se sentía en casa. Que nada malo podía pasarle. “Ingresé en las FARC a los 12 años, después de que los militares asesinaron a (leer más)

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Sociedad

Dios no atiende en Buenos Aires

En la Argentina suele decirse que Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires. Es una ironía sobre la toma de decisiones, propia de la capital en desmedro de las provincias. Jorge Bergoglio, oriundo de Buenos Aires, ha pasado a ser el líder espiritual de 1.200 millones de fieles, algo menos que la población de China en coincidencia con la asunción del nuevo presidente de ese país, Xi Jinping. Todo el mundo deposita ahora en el papa la esperanza en vislumbrar una iglesia mejor tras las miserias de la pederastia, entre otras. Si Juan Pablo II era una respuesta contra el comunismo en Europa del Este, ¿qué significa un papa como Francisco para América latina? En “el fin del mundo”, como él mismo llamó a la Argentina, muchos aún se frotan los ojos sin salir de su asombro. La consagración de un papa argentino, latinoamericano y jesuita, cada atributo por primera vez, no es fácil de asimilar. El país está sumido en una profunda polarización, advertida en sus homilías. A la presidenta Cristina (leer más)

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Política

El momento de la reconciliación

Nada une más que las alegrías y las desgracias. Es parte del comportamiento humano. El cardenal Jorge Bergoglio no contaba con “la bendición” del gobierno argentino. Eran públicos y notorios sus desencuentros con Néstor y Cristina Kirchner desde 2003. Siempre pareció caminar por la acera opuesta, así como la Iglesia Católica en general, por su rechazo a la corrupción, la pobreza, el matrimonio entre personas del mismo sexo y, puntualmente, su posición a favor del campo cuando quisieron imponerle mayores retenciones a las exportaciones y sus advertencias sobre la creciente crispación de una sociedad polarizada por diferencias políticas. La alegría por la elección del primer papa argentino y latinoamericano, de formación jesuita, pareció sepultar aquellos reveses y las versiones sobre su presunta complicidad con jerarcas de la dictadura militar en los años setenta. La presidenta Cristina Kirchner saludó de inmediato «a su Santidad Francisco I» desde su cuenta de Twitter. Le envió una carta y, al rato, dejó trascender que viajará al Vaticano, deseándole “toda la suerte del mundo en esta misión pastoral». Era un (leer más)

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Política

El chavismo sin Chávez

La multitud que asiste al funeral de Hugo Chávez llora de verdad. Fue la primera vez que un presidente de Venezuela atendió los reclamos de la mayoría, gente sin voz ni voto. Los beneficiarios de las misiones bolivarianas (programas sociales) no sólo recibieron atenciones, sino, también, respeto. Mejoraron sus vidas. Se sienten parte de un país que antes parecía pertenecer a unos pocos. Contra eso no hay promesa electoral que valga, más allá de que se hayan debilitado las instituciones y descalabrado la economía por la impronta personal de las decisiones adoptadas por el gobierno en los últimos 14 años. No es el único problema tras la muerte de Chávez. Muchos dirán que, con los precios del petróleo en alza, hizo menos de lo que pudo para resolver problemas acuciantes, como la inflación, la escasez de productos y la inseguridad. Otros replicarán que, en realidad, hizo más por el pueblo que sus antecesores, también bendecidos por la bonanza. Ambos tendrán razón. O, de no atenuarse los rencores en un país dividido entre leales y traidores, (leer más)

Sociedad

Resuena la fe en Argentina; arman revuelo en el Cono Sur

Excelsior (México) BUENOS AIRES, 14 de marzo.- En “el fin del mundo”, como definió a su país Francisco en la primera aparición en el balcón de la basílica de San Pedro, hay una frase que fluye a flor de labios cada vez que ocurre algo inesperado: “Dios es argentino”. La sueltan los argentinos cuando el suceso roza el milagro. En este caso, el Papa es jesuita y argentino y, por extensión, latinoamericano por primera vez en la historia. Quizá por eso, cerca del Obelisco, punto neurálgico de la ciudad de Buenos Aires, como el Ángel de la Independencia en la ciudad de México, un hombre trajeado que iba con los auriculares del iPhone no pudo contenerse cuando escuchó la noticia: “Dios es argentino”, exclamó, sonriente. Más allá de la mala fama de los argentinos por su presunto pecado de arrogancia, Jorge Mario Bergoglio se caracteriza por la humildad y la austeridad. En la ciudad de Buenos Aires, donde nació y de la cual fue arzobispo, viajaba en subte (metro) y colectivo (autobús) en lugar de hacerlo (leer más)

Política

Chávez en la intimidad

Era de los pocos presidentes con billetera. Una de cuero negro, regalo de su segunda esposa, Marisabel. En la billetera, me enseñó, llevaba dinero, el documento de identidad y el carné de teniente coronel. También llevaba las fotos de sus hijos: Rosa Virginia, María Gabriela y Hugo Rafael, los tres que había tenido con su primera esposa, Nancy Colmenares, y Rosinés (derivado de Rosa Inés, el nombre de su abuela paterna), la única que había tenido con Marisabel. “A veces me detengo a tomarme algo, no les gusta cobrarme y sufro”, me dijo. Cuando salía, tomaba un pan dulce con un refresco o una taza de café. En aquella primera entrevista en el despacho principal del Palacio de Miraflores (sede del gobierno de Venezuela), en 1999, Hugo Chávez me dejó de piedra cuando le pregunté, como a otros presidentes, qué llevaba en los bolsillos. No sólo me mostró la billetera, coronada con la foto de Marisabel, rubia de ojos claros, rostro Revlon y porte Barbie de la cual iba a divorciarse en malos términos en (leer más)