Política

Chávez en la intimidad

Era de los pocos presidentes con billetera. Una de cuero negro, regalo de su segunda esposa, Marisabel. En la billetera, me enseñó, llevaba dinero, el documento de identidad y el carné de teniente coronel. También llevaba las fotos de sus hijos: Rosa Virginia, María Gabriela y Hugo Rafael, los tres que había tenido con su primera esposa, Nancy Colmenares, y Rosinés (derivado de Rosa Inés, el nombre de su abuela paterna), la única que había tenido con Marisabel. “A veces me detengo a tomarme algo, no les gusta cobrarme y sufro”, me dijo. Cuando salía, tomaba un pan dulce con un refresco o una taza de café. En aquella primera entrevista en el despacho principal del Palacio de Miraflores (sede del gobierno de Venezuela), en 1999, Hugo Chávez me dejó de piedra cuando le pregunté, como a otros presidentes, qué llevaba en los bolsillos. No sólo me mostró la billetera, coronada con la foto de Marisabel, rubia de ojos claros, rostro Revlon y porte Barbie de la cual iba a divorciarse en malos términos en (leer más)

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Después de Chávez

En enero de 1999, el presidente de la Argentina, Carlos Menem, medió ante su entonces par de los Estados Unidos, Bill Clinton, para blanquear la imagen de Hugo Chávez, “un joven emprendedor” que merecía una oportunidad a pesar de su pasado golpista. Era rara la gestión, tratándose de uno de los campeones del neoliberalismo y de un acérrimo rival de Fidel Castro. Tres años y monedas después, en 2002, Chávez radicalizó su discurso tras el conato de golpe de Estado por el cual quedó fuera de juego durante 47 horas. Acusó a George W. Bush, sinónimo del imperialismo “pitiyanqui”. En 2006, la revolución bolivariana derrapó en el socialismo del siglo XXI. En Venezuela, como en la Cuba de Fidel Castro, no hubo ni hay día desde hace 14 años en que Chávez no fije la agenda y revele por dónde van los tiros. Esa rutina no ha instaurado una revolución, con un cambio de régimen, sino una excesiva concentración del poder y una polarización latente ante la ausencia de partidos de oposición sensatos. ¿Sobrevivirá el (leer más)

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Por qué ganó Chávez

Ni el clientelismo ni la inseguridad ni la inflación ni la corrupción ni la egolatría ni la enfermedad pudieron contra la voluntad de la mayoría de los venezolanos: Hugo Chávez tiene mandato hasta 2019. ¿Veinte años no es nada, como dice tango? En los estándares europeos y norteamericanos, sin contar a México después de la rutinaria saga de siete décadas de presidentes del PRI, no cabe una democracia sin alternancia. En Venezuela, con una participación récord de casi el 81 por ciento del electorado, Henrique Capriles despertó mucha expectativa, pero no pudo contra una realidad: la mayoría prefirió lo conocido, sea bueno o malo. Antes de preguntarle a Chávez qué llevaba en los bolsillos, broche de mis entrevistas con más de 50 mandatarios de diversas latitudes, se me ocurrió plantearle si era de derecha o de izquierda. En su confortable despacho del Palacio de Miraflores, muy suelto de cuerpo, el presidente bolivariano respondió: “Soy de los dos. Creo que hubo un muro ideológico y que se derribó. Hablamos aquí, en Venezuela, de Simón Bolívar, Simón (leer más)

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No soy monedita de oro pa’ caerles bien a todos

Las diferencias entre el rey y Chávez resumieron las dificultades que tienen España y la región para vincularse entre sí Al son de una ranchera, Hugo Chávez insinuó apenas arribó a Santiago, Chile, sede de la XVII Cumbre Iberoamericana, que algo tramaba: “No soy monedita de oro / pa’ caerles bien a todos; / así nací y así soy, / si no me quieren, ni modo”, desafinó. Iba a ser la primera gota de una lluvia de agravios e indiscreciones que pretendió que fueran divertidos, pero que, en realidad, no causaron gracia a nadie. En Venezuela, la inminente reforma constitucional, pasaporte para su reelección indefinida y otras delicias del socialismo del siglo XXI, había dejado un tendal de heridos entre estudiantes universitarios que se lanzaron a rechazarla en las calles. Lejos de reparar en ello, cada vez más encerrado en su laberinto, Chávez creyó que el foro iberoamericano era algo así como una reunión de consorcio. Le dijo a su par brasileño: “Lula, ahora que eres un magnate petrolero, ¿por qué no te animas con (leer más)