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Política

Historias de la vida privada

Después de los vladivideos de la era Fujimori, las intimidades de los dos candidatos han creado un reality show político Fujimori está lejos. En Tokio. Con sus hermanos japoneses, negados por él desde que decidió ser un inca de pura cepa con tal de emprender su carrera imperial. Contó entonces, en 1990, con el asesoramiento, y la habilidad, del superespía Vladimiro Montesinos. Lejos hoy, también. En Marte, tal vez. Con pómulos en falsa escuadra, mentón pulido y nariz en desnivel después de una pulcra cirugía estética; ni su dentista, al parecer, sería capaz de reconocerlo. Pareja despareja. Encantadora de serpientes. Que legó al Perú los capítulos atrasados de una serie más excitante, o menos aburrida, que El Gran Hermano: los vladivideos. Con impactante realismo, locuaces diálogos y vibrantes desenlaces. Un thriller de hondo contenido dramático, dechado de corrupción y de mentiras. Por el cual sus protagonistas, hayan sido políticos, jueces, militares, empresarios, periodistas o monaguillos, desearían hoy, en coincidencia con la segunda vuelta de las primeras elecciones en más de una década sin Fujimori en (leer más)

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Política

El caballero de la armadura oxidada

La victoria de Berlusconi despertó el júbilo de Aznar, de Thatcher y de Haider, y la duda de los otros líderes de Europa Roma, a juzgar por la guía telefónica, está llena de argentinos. O, tal vez, Buenos Aires esté llena de italianos. Compartimos todo: la pasión, los gestos, la pasta, los batigoles… Hasta, en algunos casos, la ciudadanía. Sólo nos faltaría a los argentinos un presidente de origen italiano, por más que Raúl Alfonsín haya nombrado de facto a Domingo Cavallo en un blooper, según se corrigió de inmediato frente a corresponsales extranjeros, con el cual hizo otro modesto aporte a la confusión general. Consecuencia, seguramente, de las enormes dudas que ha despertado en la socialdemocracia europea, con la cual comulga, la victoria de Silvio Berlusconi. Comparado, antes de las elecciones del domingo pasado, con el ultraderechista austríaco Joerg Haider por sus lazos con un nostálgico del fascismo como Umberto Bossi, líder de la Liga del Norte. El único que no festejó por no haber alcanzado la senaduría. Autor, no obstante ello, de una (leer más)

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Ojo por ojo, bala por piedra

La intifada, segunda parte, ha demostrado que la ecuación entre extremismo y línea dura sólo depara como resultado el caos Están mal; van peor. Ni unos han avanzado, ni los otros han retrocedido. ¿Entonces? La paz está en punto muerto. O en lenta agonía. Rota, como una ilusión de cristal, mientras todos ponen y todos pierden. Por más derechos que esgriman los palestinos, por más razones que tengan los israelíes. Por más venganzas que juren. Por más difuntos que velen. Cosidos a pedradas, descosidos a puñaladas. Lapidados, réplica tras réplica, en un caos en el cual la piedad sin justicia es debilidad y la justicia sin piedad es crueldad. Bienaventurados los mansos. Poco, o nada, ha quedado de los vanos intentos de Yasser Arafat, Bill Clinton y Ehud Barak (y de sus antecesores Yitzhak Rabin, Shimon Peres y, con menos ímpetu, Benjamin Netanyahu) de hallar la cuadratura del círculo. O la fórmula de paz. Vencida, o superada, desde el 28 de septiembre de 2000, por la intifada, segunda parte. Y, poco después, por la dispersión (leer más)

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Política

Estamos en el aire

Bush rubricó el plan de crear un escudo antimisiles mientras el millonario Tito se convertía en el primer turista espacial Un mundo seguro, versión George W. Bush, no es necesariamente un mundo feliz, versión Aldous Huxley. Y ser feliz, o procurar serlo, no es, al menos en los Estados Unidos, un estado en cuestión, sino una cuestión de Estado: está contemplado como un derecho en la Declaración de la Independencia. Las democracias liberales, como la argentina, adoptaron y adaptaron la carta de navegación norteamericana, versión Juan Bautista Alberdi, pero soslayaron con precocidad tanguera la balada de la felicidad en sus letras constitucionales. La felicidad, sin embargo, no depende de una norma en especial (salvo que se trate de una tal Norma), sino de las pequeñas cosas: una pequeña mansión, una pequeña cupé, un pequeño yate, una pequeña cuenta bancaria… O, en el caso de Bush, un inmenso escudo antimisiles que, con vista de lince y olfato de sabueso, advierta en las alturas un misil lanzado contra su territorio, o contra el área que proteja, y (leer más)

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Política

Devoto de los votos y de las botas

El régimen de Castro, más amigo de la dictadura argentina que de la democracia, se ufanó de una victoria moral Perdido por perdido, nunca vencido, Fidel Castro removió el avispero: «Eso es lamer la bota de los yanquis», espetó el 2 de febrero por los 39.500 millones de dólares que requería el blindaje financiero. Podrían haber sido 1500 millones menos si hubiera pagado la añosa deuda contraída con la Argentina, pero suele ofenderse cada vez que un emisario del gobierno, o del vil capitalismo, trata de hablar de ella. Nada de eso, entonces: asesorado por expertos sobre las inminentes grietas de la Alianza desde la renuncia de Carlos Chacho Alvarez a la vicepresidencia, sólo pretendía cargar contra las relaciones carnales con los Estados Unidos. En otro país, el exabrupto de Castro, con tono grave de stalinista dogmático, movimientos ampulosos de showman vocacional y uniforme verde oliva de recién llegado de Bahía de Cochinos, habría desatado réplicas inmediatas de oficialistas y de opositores por igual. Que eso no se dice, que eso no se hace, que (leer más)

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Política

Apocalipsis García

En un país en apuros, acosado por fantasmas, la posibilidad de que de sea de nuevo presidente espanta a los inversores Durante el destierro en Bogotá, Alan García se comparaba con Perón mientras abrigaba la esperanza de volver a Lima. Y decía que Alberto Fujimori era como Carlos Menem por el afán de ser reelegido, o re-reelegido, después de haber torcido la letra constitucional con tal de consumar su segundo mandato y de torcerla nuevamente, en el caso del Perú, con tal de que no hubiera dos sin tres. Menem no alcanzó, o no pudo alcanzar, el tercer período consecutivo. Fujimori, como Perón, crió un López Rega: Vladimiro Montesinos. Que terminó arrancándole los ojos. García estaba seguro de que el Perú, nueve años después, no iba a ser el mismo. Tampoco él: asumió en varias ocasiones el mea culpa por la hiperinflación, el desabastecimiento, la fuga de capitales y el aislamiento en los que hundió al país durante su presidencia, acosada por Sendero Luminoso y por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Pero regresó y, (leer más)

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La leyenda del jinete sin sutileza

Bush ha impuesto la dureza en su política exterior, llamada realismo, en contraste con el presunto idealismo de Clinton Dejó huérfanos de mediación a israelíes y palestinos, devaluando la intervención de los Estados Unidos en la crisis a un palco de la segunda bandeja, arriba, como en el gobierno de su padre. Despertó la ira de Europa con su aval a los industriales en pie de protesta por las pérdidas que provocaría la reducción de las emisiones tóxicas, ignorando la adhesión de su país al Protocolo de Kyoto. Enfrió la alianza estratégica con el Japón por el choque de un submarino nuclear norteamericano con un buque de bandera nipona. Tomó distancia del acercamiento de las dos Coreas. Echó a 50 diplomáticos rusos por el arresto del espía Robert Hanssen, dispuesto por el FBI, no por el Servicio Federal de Seguridad (ex KGB). Sacudió a los Balcanes con la posibilidad de reducir sus tropas en aras del ajuste el presupuesto militar. Pisó América latina y, al mismo tiempo, bombardeó Irak. Y tensó, en otra vuelta de (leer más)

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Macedonia importada de Kosovo

La OTAN intervino en defensa de los derechos humanos, pero no previó las posibles reacciones de las minorías étnicas Después de la guerra de Kosovo, la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de los Comunes de Gran Bretaña labró un documento en el cual justificaba las razones políticas y morales de los bombardeos de la alianza atlántica (OTAN), pero, al mismo tiempo, expresaba sus dudas sobre la legalidad de la intervención en sí. Tony Blair, codo a codo con Bill Clinton, había sido el más ferviente partidario de la campaña aérea frente a la despiadada limpieza étnica emprendida por Slobodan Milosevic contra la minoría albanesa de la provincia yugoslava. Fueron 78 días de estruendos y de fugas en una tierra furibunda de nacionalismos exaltados, de pasiones encontradas, de democracias frágiles, de economías descalabradas, de mano de obra en exceso y de industrias en quiebra: los Balcanes, en donde el siglo XX amaneció con un estornudo, la Primera Guerra Mundial, y anocheció con gripe, Kosovo. Gripe mal curada, con 5000 muertos de un solo bando (leer más)

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Política

Bolsillos flacos, realidades ajenas

La mayoría de los presidentes deja de tener contacto con cosas tan mundanas como la billetera desde que asume el cargo Ordenó un plato suculento y sustancioso: trucha ahumada, gambas y paté de nueces. Un manjar. Y dio cuenta de él, devorándoselo, mientras Mike Bell, el dueño del restaurante, sobre Portobello Road, en el barrio Notting Hill, de Londres, famoso por sus pubs, observaba, orgulloso, que una multitud de curiosos se había reunido en la vereda. Tenía un comensal ilustre e infrecuente: Bill Clinton, en un intervalo informal de una visita oficial al Reino Unido mientras aún era presidente de los Estados Unidos. ¡Fantástico! Salvo un pequeño detalle: terminó de comer, alzó la mano izquierda (la diestra, por ser zurdo), agradeció con una sonrisa y se marchó con su legión de custodios del servicio secreto. Sin soltar una libra. O un dólar. Ni propina dejó. Los diarios británicos, como The Guardian, titularon al día siguiente: «Bill forgets the bill» (Bill olvida la cuenta). De apenas 24,70 libras. O 36,22 dólares. Actitud que no era común (leer más)

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Política

Madre la miseria, padre el olvido

Fox demuestra voluntad política para resolver el conflicto de Chiapas, tildado de prioritario, pero Marcos desconfía Detrás del pañuelo rosado que cubría la mitad de su nariz diminuta, Paticha era puro ojo color miel, ceja tupida, frente curtida y raya al medio en el pelo oscuro. Sus manos, rugosas de tanto hachar y cargar leña, sostenían con firmeza la soga que separaba a sus hermanos indígenas de los otros. Los blancos. Blancos, asimismo, de la curiosidad: jamás habían visto, cara a pasamontañas, un zapatista en persona. Llovía a cántaros en Oaxaca, sur de México, mientras la caravana arribaba cansinamente en ómnibus destartalados, a eso de las dos de la mañana, a la Plaza de la Danza, un claro entre casas bajas de estilo colonial. Promediaba septiembre de 1997. Y era la primera vez que el ejército de Marcos, el Sub a secas, marchaba desde la enmarañada selva Lacandona, Chiapas, hasta la ciudad de México. Algo así como La Meca, sorda a sus reclamos desde mucho antes de que empezaran los tiros, el 1° de enero (leer más)

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Sociedad

Sapos de otro pozo

Entre 5000 y 10.000 argentinos buscan su destino en España, pero chocan con puertas cerradas por temor a una invasión Empecemos por casa: somos un país de inmigrantes y, sin embargo, no aceptamos a los recién llegados. Vengan de donde vinieren, salvo que sean turistas, banqueros, inversores o cráneos en alguna materia. Desconfiamos de ellos. En especial, si son de los países limítrofes. De los cuales, por omisión y por deformación, nos sentimos más alejados que de España, de Francia, de Italia y de los Estados Unidos. Estamos convencidos, sobre todo en Buenos Aires, de que somos superiores (griegos y romanos desterrados, según Borges) por un mérito tan vago como la pertenencia. Por algo respondemos a un retrato perverso entre nuestros vecinos: son italianos que hablan español, pero se creen británicos que viven en una réplica de París en América latina. No nos quieren, seamos francos. Nosotros tampoco nos queremos, ni queremos a los demás. Ni a los provincianos. A los extranjeros de estatura baja y piel cobriza solemos achacarles la causa de casi todos (leer más)

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Política

El cólera y la cólera

El terremoto de enero de 2010 mató a 220.000 personas y demolió medio millón de viviendas. Nueve meses después, el cólera, antes concentrado en el campo, comenzó a hacer de las suyas en la ruinosa capital de Haití, Puerto Príncipe. Sobre llovido, el huracán Thomas mató un mes después a una veintena de personas, destruyó otras 6610 viviendas y, al provocar inundaciones, contribuyó a propagar la enfermedad. Desde octubre, el cólera dejó un tendal de 4030 muertos y 209.034 infectados, según cifras oficiales. Unas 50 personas también murieron por su causa: las lincharon, acusadas de usar la brujería para transmitirlo. Antes habían sido señalados los soldados nepaleses de las Naciones Unidas. El cólera desató la cólera. En un solo año, acaso a tono con su trágica historia, Haití sufrió más desgracias que varios países en décadas. Ni las presidenciales celebradas el 28 de noviembre despejaron las dudas sobre un futuro tan incierto como la cena de hoy: fueron fraudulentas, concluyó la Organización de los Estados Americanos (OEA). Pedradas, tiros, cuatro muertos más y otros tantos (leer más)

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Política

Compre dos por el precio de uno

Bush, como su padre, asume tras dos períodos de fuerte liderazgo, sobre todo entre la clase media, las minorías y las mujeres No iba a ser la primera ni la última, pero, después de aquella mañana, la vida cambiaría para ella. Definitivamente, quizás. Aún no había amanecido; Bill Clinton leía, ceñudo, la síntesis de prensa de la Casa Blanca en el cuarto principal del segundo piso de la residencia. “No vas a creer esto, Hillary, pero…”, dijo, cavilante. Ella había abierto un ojo. “¿Qué es eso?”, balbuceó. El prosiguió: “…quiero contarte lo que dice el diario (The Washington Post, 21 de enero de 1998)”. El diario decía que Clinton, el primer presidente de los Estados Unidos que declaró como imputado en una causa civil o criminal (a raíz de la demanda por acoso sexual de Paula Jones), había tenido una relación indecorosa con una becaria de la Casa Blanca a la que duplicaba en edad. Una tal Monica Lewinsky, apenas mayor que Chelsea, su hija. Dejaba entrever de ese modo que había mentido bajo juramento (leer más)

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Cara o Meca

El retorno de los refugiados palestinos a Israel, como pide Arafat, sería echar combustible al fuego que acecha la región Pasan los primeros ministros de Israel. Pasan los presidentes de los Estados Unidos. Pasan hasta los líderes árabes. Pero Yasser Arafat queda. ¿Cómo queda ahora? Queda, en el barranco en el que cayó el proceso de paz, como el intérprete de un pueblo atado por generaciones a una reparación histórica que, por justa que sea, no es necesariamente sabia ni, menos aún, oportuna: el retorno de los refugiados palestinos a territorios cuya gente habla otra lengua, profesa otra religión y cultiva otra cultura. El retorno, o la invitación, a nuevos enfrentamientos. El último Arafat es, quizá, más rígido que el primero. Es más quisquilloso. Y es, a su vez, tan vacilante como su mentón mientras libra una guerra íntima, e inconfesa, contra sus contradicciones. Sabe que, como Ehud Barak y Bill Clinton, juega contra el tiempo. No por razones políticas, en su caso. Pero, igualmente, insiste en jalar al máximo una cuerda delgada, aunque se (leer más)

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Cuando aclara, oscurece

La Argentina incurre inevitablemente en la paradoja del país que tiene todo para prosperar y, sin embargo, no prospera ¿Qué nos sucede, vida, que, últimamente, los kosovares, sobrevivientes de la limpieza étnica de  Slobodan Milosevic y de las bombas de la alianza atlántica (OTAN), son los más optimistas del mundo y nosotros, los argentinos, sobrevivientes, a lo sumo, de una transición presidencial después de una década de Carlos Menem en el poder, vamos cabizbajos entre los más pesimistas? Gallup, autora del estudio comparativo en 68 países, arriesga una respuesta: a fines de 1999, la gente tenía expectativas de cambio por el comienzo inminente de la gestión de Fernando de la Rúa. Expectativas económicas, sobre todo. Era algo así como la escoba nueva que prometía barrer bien. En especial, la corrupción. Quizá como ocurre ahora con los mexicanos, con Vicente Fox como nuevo presidente, después de siete décadas de rutina en el gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Son los más optimistas de América latina a pesar de la desigualdad entre ricos y pobres. Acaso tapada (leer más)