
El caballero de la armadura oxidada
La victoria de Berlusconi despertó el júbilo de Aznar, de Thatcher y de Haider, y la duda de los otros líderes de Europa Roma, a juzgar por la guía telefónica, está llena de argentinos. O, tal vez, Buenos Aires esté llena de italianos. Compartimos todo: la pasión, los gestos, la pasta, los batigoles… Hasta, en algunos casos, la ciudadanía. Sólo nos faltaría a los argentinos un presidente de origen italiano, por más que Raúl Alfonsín haya nombrado de facto a Domingo Cavallo en un blooper, según se corrigió de inmediato frente a corresponsales extranjeros, con el cual hizo otro modesto aporte a la confusión general. Consecuencia, seguramente, de las enormes dudas que ha despertado en la socialdemocracia europea, con la cual comulga, la victoria de Silvio Berlusconi. Comparado, antes de las elecciones del domingo pasado, con el ultraderechista austríaco Joerg Haider por sus lazos con un nostálgico del fascismo como Umberto Bossi, líder de la Liga del Norte. El único que no festejó por no haber alcanzado la senaduría. Autor, no obstante ello, de una (leer más)