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Política

El caballero de la armadura oxidada

La victoria de Berlusconi despertó el júbilo de Aznar, de Thatcher y de Haider, y la duda de los otros líderes de Europa Roma, a juzgar por la guía telefónica, está llena de argentinos. O, tal vez, Buenos Aires esté llena de italianos. Compartimos todo: la pasión, los gestos, la pasta, los batigoles… Hasta, en algunos casos, la ciudadanía. Sólo nos faltaría a los argentinos un presidente de origen italiano, por más que Raúl Alfonsín haya nombrado de facto a Domingo Cavallo en un blooper, según se corrigió de inmediato frente a corresponsales extranjeros, con el cual hizo otro modesto aporte a la confusión general. Consecuencia, seguramente, de las enormes dudas que ha despertado en la socialdemocracia europea, con la cual comulga, la victoria de Silvio Berlusconi. Comparado, antes de las elecciones del domingo pasado, con el ultraderechista austríaco Joerg Haider por sus lazos con un nostálgico del fascismo como Umberto Bossi, líder de la Liga del Norte. El único que no festejó por no haber alcanzado la senaduría. Autor, no obstante ello, de una (leer más)

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Política

Ojo por ojo, bala por piedra

La intifada, segunda parte, ha demostrado que la ecuación entre extremismo y línea dura sólo depara como resultado el caos Están mal; van peor. Ni unos han avanzado, ni los otros han retrocedido. ¿Entonces? La paz está en punto muerto. O en lenta agonía. Rota, como una ilusión de cristal, mientras todos ponen y todos pierden. Por más derechos que esgriman los palestinos, por más razones que tengan los israelíes. Por más venganzas que juren. Por más difuntos que velen. Cosidos a pedradas, descosidos a puñaladas. Lapidados, réplica tras réplica, en un caos en el cual la piedad sin justicia es debilidad y la justicia sin piedad es crueldad. Bienaventurados los mansos. Poco, o nada, ha quedado de los vanos intentos de Yasser Arafat, Bill Clinton y Ehud Barak (y de sus antecesores Yitzhak Rabin, Shimon Peres y, con menos ímpetu, Benjamin Netanyahu) de hallar la cuadratura del círculo. O la fórmula de paz. Vencida, o superada, desde el 28 de septiembre de 2000, por la intifada, segunda parte. Y, poco después, por la dispersión (leer más)

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Estamos en el aire

Bush rubricó el plan de crear un escudo antimisiles mientras el millonario Tito se convertía en el primer turista espacial Un mundo seguro, versión George W. Bush, no es necesariamente un mundo feliz, versión Aldous Huxley. Y ser feliz, o procurar serlo, no es, al menos en los Estados Unidos, un estado en cuestión, sino una cuestión de Estado: está contemplado como un derecho en la Declaración de la Independencia. Las democracias liberales, como la argentina, adoptaron y adaptaron la carta de navegación norteamericana, versión Juan Bautista Alberdi, pero soslayaron con precocidad tanguera la balada de la felicidad en sus letras constitucionales. La felicidad, sin embargo, no depende de una norma en especial (salvo que se trate de una tal Norma), sino de las pequeñas cosas: una pequeña mansión, una pequeña cupé, un pequeño yate, una pequeña cuenta bancaria… O, en el caso de Bush, un inmenso escudo antimisiles que, con vista de lince y olfato de sabueso, advierta en las alturas un misil lanzado contra su territorio, o contra el área que proteja, y (leer más)