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Política

Devoto de los votos y de las botas

El régimen de Castro, más amigo de la dictadura argentina que de la democracia, se ufanó de una victoria moral Perdido por perdido, nunca vencido, Fidel Castro removió el avispero: «Eso es lamer la bota de los yanquis», espetó el 2 de febrero por los 39.500 millones de dólares que requería el blindaje financiero. Podrían haber sido 1500 millones menos si hubiera pagado la añosa deuda contraída con la Argentina, pero suele ofenderse cada vez que un emisario del gobierno, o del vil capitalismo, trata de hablar de ella. Nada de eso, entonces: asesorado por expertos sobre las inminentes grietas de la Alianza desde la renuncia de Carlos Chacho Alvarez a la vicepresidencia, sólo pretendía cargar contra las relaciones carnales con los Estados Unidos. En otro país, el exabrupto de Castro, con tono grave de stalinista dogmático, movimientos ampulosos de showman vocacional y uniforme verde oliva de recién llegado de Bahía de Cochinos, habría desatado réplicas inmediatas de oficialistas y de opositores por igual. Que eso no se dice, que eso no se hace, que (leer más)

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Apocalipsis García

En un país en apuros, acosado por fantasmas, la posibilidad de que de sea de nuevo presidente espanta a los inversores Durante el destierro en Bogotá, Alan García se comparaba con Perón mientras abrigaba la esperanza de volver a Lima. Y decía que Alberto Fujimori era como Carlos Menem por el afán de ser reelegido, o re-reelegido, después de haber torcido la letra constitucional con tal de consumar su segundo mandato y de torcerla nuevamente, en el caso del Perú, con tal de que no hubiera dos sin tres. Menem no alcanzó, o no pudo alcanzar, el tercer período consecutivo. Fujimori, como Perón, crió un López Rega: Vladimiro Montesinos. Que terminó arrancándole los ojos. García estaba seguro de que el Perú, nueve años después, no iba a ser el mismo. Tampoco él: asumió en varias ocasiones el mea culpa por la hiperinflación, el desabastecimiento, la fuga de capitales y el aislamiento en los que hundió al país durante su presidencia, acosada por Sendero Luminoso y por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Pero regresó y, (leer más)

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Política

La leyenda del jinete sin sutileza

Bush ha impuesto la dureza en su política exterior, llamada realismo, en contraste con el presunto idealismo de Clinton Dejó huérfanos de mediación a israelíes y palestinos, devaluando la intervención de los Estados Unidos en la crisis a un palco de la segunda bandeja, arriba, como en el gobierno de su padre. Despertó la ira de Europa con su aval a los industriales en pie de protesta por las pérdidas que provocaría la reducción de las emisiones tóxicas, ignorando la adhesión de su país al Protocolo de Kyoto. Enfrió la alianza estratégica con el Japón por el choque de un submarino nuclear norteamericano con un buque de bandera nipona. Tomó distancia del acercamiento de las dos Coreas. Echó a 50 diplomáticos rusos por el arresto del espía Robert Hanssen, dispuesto por el FBI, no por el Servicio Federal de Seguridad (ex KGB). Sacudió a los Balcanes con la posibilidad de reducir sus tropas en aras del ajuste el presupuesto militar. Pisó América latina y, al mismo tiempo, bombardeó Irak. Y tensó, en otra vuelta de (leer más)

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Macedonia importada de Kosovo

La OTAN intervino en defensa de los derechos humanos, pero no previó las posibles reacciones de las minorías étnicas Después de la guerra de Kosovo, la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de los Comunes de Gran Bretaña labró un documento en el cual justificaba las razones políticas y morales de los bombardeos de la alianza atlántica (OTAN), pero, al mismo tiempo, expresaba sus dudas sobre la legalidad de la intervención en sí. Tony Blair, codo a codo con Bill Clinton, había sido el más ferviente partidario de la campaña aérea frente a la despiadada limpieza étnica emprendida por Slobodan Milosevic contra la minoría albanesa de la provincia yugoslava. Fueron 78 días de estruendos y de fugas en una tierra furibunda de nacionalismos exaltados, de pasiones encontradas, de democracias frágiles, de economías descalabradas, de mano de obra en exceso y de industrias en quiebra: los Balcanes, en donde el siglo XX amaneció con un estornudo, la Primera Guerra Mundial, y anocheció con gripe, Kosovo. Gripe mal curada, con 5000 muertos de un solo bando (leer más)