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Segundo mandamiento: no desconfiarás de mí

La alta participación de los iraquíes en las elecciones sirvió para que Bush elevara la apuesta por la democracia en Medio Oriente Prudente nunca ha sido. Menos iba a serlo ahora, reconciliado en parte con el espejo y, sobre todo, con aquellos que no toleraron sus arrebatos después de la guerra en Afganistán. En Irak, George W. Bush recreó uno de los estigmas de Vietnam: “Tenemos que destruir la villa para poder salvarla”, de modo de “ganar los corazones y las mentes”. ¿Era el deseo de los iraquíes, por más valentía que hayan demostrado con su elevada participación en las primeras elecciones después de la era Saddam Hussein? Querían deshacerse de él, desde luego, pero ignoraban el precio. Es decir, la transición de una dictadura a un lío. De ese lío no sólo pretenden salir ellos, incómodos con la ocupación extranjera y con la irrupción terrorista, sino, más que nadie, los norteamericanos. Pero Bush, entonado con la reelección en casa y con la elección fuera de ella, ha seguido adelante con sus planes: extender la (leer más)

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Heredarás la guerra

Ben Laden proclamó el liderazgo de Al-Zarqawi en Irak e instó a boicotear las próximas elecciones de ese país y de Palestina En enero de 2004, los kurdos interceptaron una carta de Abu Mussab al-Zarqawi; estaba dirigida a Osama ben Laden. Le proponía expandir la red Al-Qaeda en Irak, fomentado una guerra sectaria entre sunnitas y chiítas. El caos, digamos. No obtuvo respuesta inmediata. Su devoción por la jihad (guerra santa) se vio premiada casi un año después: el mentor de la voladura de las Torres Gemelas exaltó su valor en la cruzada contra los infieles. Entre ellos, el contratista norteamericano Nicholas Berg, decapitado por él mismo frente a las cámaras en mayo de 2004. Iba a ser el primero de una serie de secuestros, torturas y asesinatos después de haberse atribuido en agosto de 2003 el atentado contra la sede de las Naciones Unidas, en Bagdad, en el que murió Sergio Vieira de Mello, enviado especial de Kofi Annan. En aquella carta, en la cual consignó 25 atentados suicidas en Irak, confesaba Zarqawi, de (leer más)

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Cómo deshacerme de ti

Ahora Bush debe resolver si aplica la misma medicina que en Irak En los debates previos a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, el malogrado candidato demócrata, John Kerry, atinó a reflotar el multilateralismo, pero, presionado por hipótesis y evidencias de conflicto en un mundo cada vez más inseguro, no vaciló en suscribir la doctrina Bush: ante la duda, atacamos primero y preguntamos después. Lo hicieron en Irak sin fundamento alguno: no había armas de destrucción masiva, más allá de las tropelías de Saddam Hussein y de sus desplantes frecuentes a los inspectores de las Naciones Unidas. ¿Lo harán en Irán y en Corea del Norte, los otros vértices del eje del mal? Tras la captura de Saddam, el gobierno de Mohamed Khatami se ha visto en la misma encrucijada que domina la política exterior de Irán desde la ruptura de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos en 1979 por la toma de su embajada en nombre de la revolución del ayatollah Khomeini: critica al Gran Satán, como suele llamarlo en sus discursos, (leer más)

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Rigor en Marte, intolerancia en Venus

Blair, al igual que Bush, apela a la lucha contra el terrorismo como caballito de batalla en busca de su segunda reelección Al filo de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, el tercer hombre apareció en escena. No era Ralph Nader, el candidato independiente que ocupó desde 2000 el lugar de Ross Perot, sino Osama ben Laden. Un viejo conocido de la familia Bush, con la cual hizo negocios antes de la voladura de las Torres Gemelas. Un viejo conocido de los norteamericanos, en verdad, que redondeó con sus nubarrones de amenazas el pronóstico de victoria del presidente de la guerra. Su mera imagen infundió miedo. Factor clave en una sociedad sensible a todo aquello que refiriera odio y destrucción. Factor clave en España, también, con sus 191 muertos y 1900 heridos, como consecuencia de la masacre de Atocha, tres días antes de que José Luis Rodríguez Zapatero venciera en las elecciones presidenciales a Mariano Rajoy, el delfín de José María Aznar. Y factor clave en Gran Bretaña, en donde Tony Blair fijó su (leer más)

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Como te mueras, te mato

Por una vez, la Unión Europea ha hablado con el tono de los Estados Unidos sobre un asunto de su área de influencia En Europa, ¿reina la apatía? Reina la euroapatía, según José Luis Rodríguez Zapatero y Silvio Berlusconi. Curiosa conclusión, o definición, con la cual, en cierto modo, rubricaron en una reunión realizada en Cuenca el mote despectivo de la vieja Europa que el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, atribuyó a Francia y Alemania por su rechazo a enviar tropas a Irak. Curiosa conclusión, o replanteo, en un momento en el que la Europa ampliada, no la vieja ni la nueva, Europa a secas, puso en evidencia su malestar por el desarrollo irregular, y el resultado incierto, de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del domingo 21 de noviembre en Ucrania. En nombre de la presidencia de la Unión Europea, el ministro holandés de Relaciones Exteriores, Bernard Bot, dijo que no aceptaba el resultado. Por una vez, entonces, el bloque actuó como tal e impidió que los Estados Unidos tomaran la delantera en (leer más)

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Es una experiencia religiosa

La designación de Condoleezza Rice como secretaria de Estado garantiza cierta dureza en la diplomacia norteamericana Doña Angelina Rice dictaba clases de música. Tan apasionada era por las corcheas y las semifusas que bautizó a su hija, nacida el 14 de noviembre de 1954 en Birmingham, Alabama, con el nombre Condoleezza (del italiano, tocar con dolcezza, tocar con dulzura). Le enseñó a tocar con dulzura el piano. No imaginó, empero, que iba a ser una de las mejores intérpretes de Strauss. Lamentablemente, no de Johann Strauss, el compositor de los valses vieneses, sino de Leo Strauss, un maestro en el arte de utilizar la mentira como arma de persuasión y de legitimación de una política orientada a favorecer a “los sabios” (la clase dirigente) y a instaurar un “mejor régimen” (para una elite). Un Strauss, filósofo alemán nacionalizado norteamericano, nació en el mismo año en que murió el otro, 1899. De la letra de uno, más que de las notas del otro, se nutrió desde el comienzo el ala dura del gobierno de George W. (leer más)

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Si la muerte pisa mi huerto

Sin su líder histórico, los palestinos enfrentan el dilema de elegir un sucesor que negocie la paz con Israel y los EE.UU. Era Leilat El Qader (La Noche del Destino). Alá iba a revelar el Corán a Mahoma. Y los palestinos, en el mes de ayuno de Ramadán, esperaban recibir una señal divina sobre la suerte de su líder, Yasser Arafat. Estaba agonizando en París. Curioso destino después de haber querido morir como un mártir en la Mukata de Ramallah, Cisjordania, en donde había vivido confinado desde diciembre de 2001 hasta fines de octubre. Perdón: ¿curioso destino? La inminente viuda, Suha Tawil, resistida por el establishment palestino, procuraba hacer valer la ley francesa sobre su formidable fortuna, estimada en más de 1000 millones de dólares, mientras los Abus (Abú Abas y Abú Mazen), dirigentes de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), insistían en que Arafat presidía un Estado en ciernes y, por esa razón, sus cuentas bancarias y sus inversiones pertenecían a él. En medio del tironeo, o acaso antes, Arafat murió. Suha, radicada en París, (leer más)

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El gran fabulador

Casi 60 millones de personas han decidido por 6000 millones: cuatro años más no deberían ser cuatro guerras más Era un perdedor. Hasta los 40 años, con un abuelo banquero que aparentemente habría servido a Hitler, un padre vicepresidente vinculado con aquellos que iban a convertirse en los peores enemigos de su país y del mundo, y un hermano que, como futuro gobernador del Estado decisivo en las elecciones de 2000, iba a colaborar en su victoria a pesar de las sospechas de fraude, no había hecho más que invertir sin suerte. Era un perdedor que, en la década del ochenta, no hallaba consuelo ni en la combinación de botellas cuyas etiquetas coincidían en la letra B: bourbon, beer (cerveza) y B&B. Decía en defensa propia que no era un alcohólico crónico, sino un bebedor ocasional. Sólo se entonaba, según él, en las fiestas organizadas por la sociedad secreta de la Universidad de Yale, de la cual había sido presidente su padre. Por él renegaba del primer nombre, George; apelaba a la inicial del segundo (leer más)

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Tiro porque me toca

En Europa, el terrorismo se asocia con el tráfico de drogas y armas; en EE.UU. ven el peligro en los arsenales nucleares Minutos después de la medianoche del 11 de marzo, Rafá Zouhier, infiltrado en el Grupo Islámico Armado (GIA), dijo por teléfono a Lofti Sbai, traficante de hachís, que Al-Qaeda había estado detrás de los atentados de Atocha y que Osama ben Laden “nos ha fastidiado”. Sbai era socio de Jamal Ahmidan, alias El Chino, uno de los terroristas que se suicidó el 3 de abril con Allekema Lamari, el jefe del comando, en la masacre del piso de Leganés, en las afueras de Madrid. No sabía Sbai que Zouhier, argelino, preso en Suiza, era un espía de la Guardia Civil española. Por hachís, los terroristas habían cambiado con mineros o ex mineros el explosivo disimulado en las mochilas, llamado Goma 2, que detonó en los trenes en las cercanías de Atocha. La policía interceptó desde febrero tres conversaciones telefónicas de tres de los implicados, relacionados todos ellos con Lamari, pero no supo interpretarlas (leer más)

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Jugo de tomate frío

Un abrupto giro en la campaña ha entonado al candidato demócrata En septiembre, después del fiasco de la convención demócrata en Boston, John Kerry estaba enfadado. Muy enfadado, en realidad. La campaña, centrada en Irak, se había estancado en Vietnam. Enfocada, más que todo, en sus medallas de héroe, puesta en duda su validez por una banda de ex militares hostiles llamados a sí mismos Los Veteranos de la Verdad. Debía hacer algo. Y pronto, dedujo su principal asesora, Mary Beth Cahill. Convocó entonces a Thomas Vallely, viejo camarada de armas. Le confió la responsabilidad de replicar las críticas de George W. Bush, más allá de que durante aquella guerra el actual presidente hubiera obtenido un permiso para no moverse de Texas. Es decir, para permanecer en la reserva. A salvo, pues. Con jugo de tomate frío, el marido de «Doña Ketchup» procuró perjudicar la convención republicana. Mientras aún caían los globos en el Madison Square Garden, Kerry presidía un mitin de medianoche en Clark County, Ohio, en donde Al Gore había obtenido una exigua (leer más)

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Presuntos implicados

Legisladores norteamericanos denunciaron supuestos contactos entre la red terrorista y pandilleros centroamericanos Tienen tatuajes por doquier. En la calva, en la frente, en las mejillas, en el cuello, en el torso, en la espalda o en los brazos. En zonas visibles, sobre todo, de modo de no disimular su identidad. Su pertenencia a la mara a la usanza centroamericana, o la banda a la usanza mexicana, o la pandilla a la usanza norteamericana. Un factor de poder en el barrio, seudónimo de la zona marginal en la cual imponen su ley a falta de otra ley que no sea el rencor. Y a falta de otros recursos que no sean el tráfico de drogas y de armas, la prostitución, el robo y, a veces, la violación, el secuestro y el asesinato. Tres congresistas demócratas de Texas, en la frontera con México, denunciaron supuestos contactos de Al-Qaeda con cabecillas de maras. La prensa norteamericana, a su vez, consignó que el jefe de células de la red, Adnan Shukirjumah, de origen saudita, estuvo en Honduras con la (leer más)

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Amamos a Kerry, pero votaríamos a Bush

La mayoría de los presidentes simpatiza con los demócratas, pero desea que la Casa Blanca no cambie de color político Sólo el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, consustanciado con la lucha contra el terrorismo por padecerlo en casa, y la mayoría de sus pares de América Central, beneficiados con el tratado de libre comercio con los Estados Unidos, enviaron tropas a Irak. Si uno hila fino, también podrían ser los únicos de la región en inclinarse sin pudores por la reelección de George W. Bush. Los otros presidentes latinoamericanos jamás arriesgarían su capital político de ese modo. Sobre todo, frente una realidad: John Kerry, el candidato demócrata, no se ha caracterizado en el Senado por una gran vocación hacia los tratados de libre comercio, por más que haya votado por ellos. Menos aún su compañero de fórmula, John Edwards, también senador, contrario a los acuerdos de ese tipo con Chile, el Caribe y África. Con un agravante, en su caso: si hubiera sido senador en 1993, dijo que habría rechazado el Tratado de Libre Comercio (leer más)

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Matan a pobres corazones

En una posguerra que no tiene aspecto de tal ha habido 3000 bajas de civiles iraquíes, tres veces más que las norteamericanas Sorprendido por un ataque contra una comisaría de Najaf, en agosto, el primer ministro de Irak, Iyad Allawi, pidió ayuda a George W. Bush. Las tropas norteamericanas respondieron de inmediato con bombardeos, desplazamientos de tanques y asaltos de infantería en un cementerio en el cual, entre tumbas y catacumbas, habían hallado refugio las milicias radicales chiítas. ¿Eran ellas? En medio del fuego cruzado, Allawi declaró que el clérigo Moqtada al-Sadr, líder de la insurgencia, no era el responsable, en realidad, sino presuntos delincuentes liberados por Saddam Hussein. E invitó a participar de las elecciones de enero a su enemigo aparente. Insinuó, a su vez, que el gobierno de Irán estaba detrás del ataque, instituyó la pena de muerte, expulsó del país al corresponsal del canal de televisión qatarí Al-Jazeera y, cual broche, convalidó la orden de arresto que uno de sus jueces había dictado contra su primo y rival político, Ahmed Chalabi, antes (leer más)

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El mismo afán, la misma furia

A raíz de la masacre de Beslan, Putin prometió aplicar la fórmula de Bush que rechazó antes de la guerra contra Irak En la Convención Republicana, George W. Bush se mofó de sí mismo. De sus furcios frecuentes, en realidad, recopilados en hilarantes antologías llamadas «bushismos». Entre ellos, uno, quizá, defina como ningún otro la dinámica de acción y reacción de su gobierno. Debía hallar una fórmula eficaz para evitar los incendios forestales; la halló de inmediato: talar los bosques. Provocó asombro, pero, por tratarse de quien se trataba, se ganó un lugar de privilegio en la agenda. Terminaron desechándola, desde luego. Otras ocurrencias de Bush no han corrido la misma suerte. Debía hallar una fórmula eficaz para evitar los atentados en los Estados Unidos; la halló de inmediato: ir por los terroristas donde fuere, vulnerando soberanías nacionales y reglas internacionales. Provocó iras, pero, por tratarse de quien se trataba, se ganó un lugar de privilegio en la agenda. Terminaron desechándola muchos. Entre otros, Vladimir Putin, renuente a convalidar la guerra contra Irak en el (leer más)

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Estamos mal, pero vamos bien

El presidente de la guerra, como se define a sí mismo Bush, reforzó en la convención republicana el legado de Clinton En medio del acalorado debate previo a la invasión de Irak en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, George W. Bush tenía clara la premisa que redondeó el jueves en su discurso de cierre de la convención republicana: “Estamos a la ofensiva, golpeando a los terroristas en el exterior, para no tener que afrontarlos aquí, en casa”. La casa, más allá del 11 de septiembre, está en orden. Sobre todo, por el mensaje de fondo: la continuidad de la política agresiva, en un contexto dominado por la violencia, garantiza aquello que Bill Clinton legó como prioridad. ¿De qué se trata? No de la economía, estúpido, como machacaba en su primera campaña electoral, sino de un mundo moldeado, o forjado a golpes, a imagen y semejanza de los Estados Unidos ante la insoportable levedad del imperio. Una red, digo, por si alguna vez Washington corre la suerte de Roma. La tejió Clinton, pero, (leer más)