Doble vara con los narcos

La decisión de Trump de indultar al expresidente hondureño Hernández, condenado por el ingreso de drogas en Estados Unidos, contradice el pretexto del despliegue militar en el Caribe




Hernández y Trump, unidos contra Biden
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Y uno se pregunta: ¿hay narcos buenos y narcos malos? Es igual con las dictaduras: ¿las hay buenas y las hay malas? Son narcos y dictaduras a secas. Así como no existe el embarazo a medias, tampoco caben las vacilaciones en esos casos. El dictador nicaragüense Anastasio Somoza “puede ser un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Le atribuyen esa frase a Franklin D. Roosevelt. Pertenece, en realidad, a su secretario de Estado, Cordell Hull. En esos tiempos, Estados Unidos premiaba el anticomunismo, cual estigma de la Guerra Fría, a pesar del virtual elogio para regímenes represivos y corruptos.

De contradicciones está plagada la historia. En América Latina y el Caribe, la supuesta izquierda enrolada en el capitalismo de amigos del socialismo del siglo XXI aborrece el legado de las dictaduras militares, pero convalida con vítores o silencios las violaciones de los derechos humanos en Venezuela y Nicaragua, sucursales de Cuba, la casa matriz. Para el régimen fraudulento de Nicolás Maduro, cobijado por esa facción, pesa ahora no sólo el mote de dictadura, sino también el de narco por regentear el Cartel de los Soles, grupo delictivo no convencional considerado terrorista por Estados Unidos.

Las ejecuciones extrajudiciales violan el derecho internacional y, por extensión, los derechos humanos que, a su vez, trasgreden Maduro y compañía

El despliegue militar frente a las costas de Venezuela, así como el hundimiento de 22 lanchas supuestamente cargadas de drogas que iban hacia Estados Unidos, dejó 86 civiles muertos. Dos de ellos, sobrevivientes del primer bombardeo, en septiembre, habrían sido eliminados por orden del secretario de Guerra, Pete Hegseth, bajo la lupa de un grupo bipartidista de senadoresque pretende limitar la capacidad de maniobra de Donald Trump. Las ejecuciones extrajudiciales violan el derecho internacional y, por extensión, los derechos humanos que, a su vez, trasgreden Maduro y compañía.

De tratarse de una guerra contra Venezuela, solo el Congreso puede autorizarla. La excusa esgrimida por Trump para agitar el sable frente a Maduro y dictar sanciones contra el presidente de Colombia, Gustavo Petro, sería impedir el ingreso de drogas en su país. Algo que lograría con el refuerzo de sus fronteras en lugar de cañonear las ajenas. Más allá de eso, hay narcos malos como Maduro y narcos buenos como Juan Orlando Hernández, presidente de Honduras entre 2014 y 2022. Cumplía 45 de prisión en Hazelton, Virginia Occidental, por haber facilitado la entrada de 400 toneladas de cocaína en Estados Unidos.

El nuevo realismo, versión Trump, no reconoce límites internos ni externos mientras cuenta con mayorías de número en el Congreso y la Corte Suprema      

Trump, en tácita contradicción con sus palabras y sus principios, le concedió un perdón total e incondicional. “Ha sido tratado muy duramente”, arguyó en sus redes sociales. Fue víctima, como se ve a sí mismo, del gobierno de Joe Biden, causante a sus ojos de todos los males contemporáneos. Era el argumento de Hernández, más allá de que, según documentos del Departamento de Justicia, se haya jactado ante un capo narco de “meterles drogas en las narices a los gringos”. Su mujer, Ana García, celebró la liberación de su marido en Tegucigalpa con una frase habitual en boca de Trump: caza de brujas.

Un narco bueno, premiado por culpar a Biden de su suplicio. La dispensa de Trump, una facultad presidencial como la de los pavos del Día de Acción de Gracias (Thanksgiving), choca con otro asunto de envergadura: las dudas sobre la independencia judicial en un país que, como ocurre con las detenciones y deportaciones masivas de inmigrantes, está sumido en un colosal conflicto de poderes. El nuevo realismo, versión Trump, no reconoce límites internos ni externos mientras cuenta con mayorías de número en el Congreso y la Corte Suprema.       

En Honduras, casualmente, hubo elecciones presidenciales de resultado incierto. Trump amenazó con suspender la ayuda norteamericana si no gana su favorito, Nasry Asfura, de derecha, en desmedro del presentador de televisión Salvador Nasralla, un «casi comunista” al cual se impuso Hernández en 2017. Asfura, en momentos de tensión en el Caribe, pasaría a ser otra ficha en el dominó regional MAGA. Un club formado por los presidentes de Argentina, Bolivia, Ecuador y El Salvador, entre otros, en cual uno se pregunta si campean buenos o malos según la ocasión.

Jorge Elías



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