Los dueños de la baraja

La humillación a la que fue sometido Zelensky en el Salón Oval no tiene precedente ni guarda relación con la vía diplomática que Trump y Vance le exigieron para terminar la guerra




Trump: "No tienes las cartas"
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El método Trump de política internacional tuvo su primer capítulo el 28 de febrero de 2025. Fecha clave. Pasará a la historia como el estreno de la reprimenda en el Salón Oval del presidente y del vicepresidente de Estados Unidos a un mandatario extranjero en guerra y en inferioridad de condiciones, Volodimir Zelensky. Esas discusiones se daban antes en privado, jamás frente a las cámaras, por respeto al visitante y los anfitriones. Donald Trump y su ladero, J. D. Vance, se faltaron el respeto a sí mismos al humillar con premeditación y alevosía a una víctima de Vladimir Putin. Teóricamente, rival de Trump, así como el dictador chino Xi Jinping.

En este mundo al revés, con instituciones en declive y autócratas en alza, Trump demoró apenas cinco semanas en cortar de cuajo las alianzas tradicionales de Estados Unidos con democracias afines y verse en el espejo de Putin, el zar del siglo XXI. El poder de los malos modales significa que cualquier contacto de un mandatario extranjero con el gobierno norteamericano corre el riesgo de ser sometido a una cruda negociación en la cual gana el que tiene mejores cartas. Lo había anticipado el vicepresidente Vance en la Conferencia de Seguridad de Múnich: “Hay un nuevo sheriff en la ciudad”. Es decir, Trump.

Trump no le perdona no haber colaborado en 2019, durante su mandato anterior, con la investigación del hijo del entonces candidato presidencial Joe Biden

Con más de tres años de guerra a cuestas, Zelensky pasó a ser el agresor, no el agredido, y también recibió el mote de dictador por no haber convocado elecciones tras el final de su mandato en 2024. Primero, está prohibido mientras rige la ley marcial. Segundo, Trump no le perdona no haber colaborado en 2019, durante su mandato anterior, con la investigación del hijo del entonces candidato presidencial Joe Biden, Hunter, exmiembro del consejo de administración de la empresa de gas ucraniana Burisma. Finalmente, Hunter fue indultado por su padre.

De haber comicios en Ucrania, Trump tiene su candidato: el general Valery Zaluzhny, excomandante en jefe de las fuerzas ucranianas. Fue destituido en 2024 y nombrado embajador en Londres. En esa ciudad, el primer ministro británico, Keir Starmer, arropó a Zelensky, al igual que otros líderes europeos, como el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el del Consejo Europeo, António Costa, y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. Esas son sus cartas, precisamente aquellas que Trump le dijo que no tenía durante el irritante intercambio de pareces. No solo son cartas para Zelensky, sino también contra el eventual avance de Putin.

Antes del patético espectáculo de bullying en la Casa Blanca, Trump había intentado remodelar el debate en la ONU en coincidencia con el tercer aniversario de la guerra contra Ucrania

Trump enarbola el arte de la provocación con su palabra favorita del diccionario, arancel, y con el sometimiento de aquellos que no comulgan con su prédica. De invadido a invasor, Zelensky quedó fuera del triángulo barruntado por secretario de Estado, Marco Rubio, antes defensor de la soberanía de Ucrania. En él confluyen Estados Unidos, Rusia y China. Así como Putin ve la extinción de la Unión Soviética como «la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX«, Trump discrepa con el sistema de relaciones entre aliados comprometidos con el capitalismo democrático creado después de la Segunda Guerra Mundial.

Ese régimen suponía respetar el derecho internacional, los derechos humanos y la soberanía de los países. En contra de esos valores, Trump arremetió contra Dinamarca con el afán de controlar Groenlandia, contra Panamá con su reclamo de devolución del canal y contra el mundo árabe con su plan de expulsar a los palestinos de la Franja de Gaza para crear la Riviera de Medio Oriente. En todos los casos, “bajo la autoridad de Estados Unidos” mientras el hombre más rico del planeta, Elon Musk, desmantela el Estado en casa y promueve fuerzas de ultraderecha en el exterior, como Alternativa para Alemania (AfD), segunda en las legislativas.

Antes del patético espectáculo de bullying en la Casa Blanca, Trump había intentado remodelar el debate en la ONU en coincidencia con el tercer aniversario de la guerra contra Ucrania. En lugar de redactar una resolución con ese país y la Unión Europea, como venía haciéndolo Biden, presentó su propio proyecto de paz sin mencionar la agresión de Rusia ni la soberanía de Ucrania. Ocurrió después de un acercamiento con el Kremlin en Riad. La Asamblea General votó finalmente una resolución que le exige a Rusia retirar “de inmediato, por completo y sin condiciones todas sus fuerzas militares”.

Estados Unidos, Rusia, Bielorrusia y Corea del Norte se opusieron. Argentina, que cambió su posición a pesar de la sintonía de Javier Milei con Zelensky, se abstuvo. No fue el único. En el cabildeo previo, funcionarios norteamericanos les advirtieron a diplomáticos de países susceptibles a la presión de Estados Unidos que peligraba la asistencia bilateral si no seguían sus reglas. Jugaban con las cartas marcadas. Zelensky perdió la partida frente a dos jugadores envalentonados por la condición de locales y por creerse los dueños de la baraja. No por nada lo invitaron a marcharse en forma precipitada de Washington.

Jorge Elías



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