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Un norteamericano fue multado por exceso de velocidad en el Estado de Texas y, en señal de protesta, decidió pagar 222,60 dólares con 22.260 monedas de un centavo
Por Jorge Elías
Brett Sanders pagó una multa por exceso de velocidad de un modo muy particular: 222,60 dólares en monedas de un centavo. En total, dos baldes repletos de pennies o peniques. Los volcó sobre el mostrador de la Corte Municipal de Frisco, Texas, desparramándolos en el piso. Había sido sancionado por circular a 62 kilómetros por hora cuando la máxima permitida era de 48. Lo consideró injusto. En su fuero íntimo, quizás haya querido emular a Bombita, el personaje que interpreta Ricardo Darín en la película Relatos salvajes. De ser así, le hubiera encantado hacer volar por los aires el predio en el cual retienen los vehículos que acarrea la grúa por infracciones.
Cuando arribó a la oficina municipal, Sanders le pidió a la cajera que lo esperara. Fue a su camioneta. Regresó con dos baldes llenos de peniques: 22.260. Había pintado de negro los baldes. Les grabó las leyendas «Extortion money (Dinero de la extorsión)» y “Policing for profit (Vigilando con fines de lucro)”. Antes se había cerciorado de que iban a darle en el banco esa enorme cantidad de monedas. Las recibió contadas, envueltas y empaquetas. Utilizó un martillo para dificultar la faena una vez que cancelara la deuda. “Mándenme el recibo por correo”, dijo, cortante, al finalizar el trámite. El video, replicado en las redes sociales, terminó siendo viral.
¿Cuánto vale un penique? Cuesta lo suyo en cinc. La producción y la distribución de cada uno suponen 2,4 centavos. En circulación ha de haber 150.000 millones. Puestos en fila, cubrirían el sesenta por ciento del trayecto a la Luna y pesarían igual que ocho barcos como el Titanic. A uno por segundo se tardarían 4.576 años en contar todos. En Canadá, donde el costo era de 1,6 centavo, dejaron de acuñarlo en 2012. Enviaron la última unidad a un museo. En 1857, los Estados Unidos dejaron de producir las monedas de medio penique. En el Reino Unido circularon hasta 1984. Tanto el penique británico como el céntimo de euro están hechos de acero con un baño de cobre.
En los Estados Unidos, el penique data de 1793. Uno de la primera camada fue vendido en 1.380.000 millones de dólares. Desde 1909 lleva el perfil de Abraham Lincoln, como el billete de cinco dólares. Hubo dos intentos de eliminarlo. Uno en 2002 y el otro en 2006. Fracasaron. Un coleccionista vendió uno de 1943 en 1,7 millones dólares. Es un ejemplar defectuoso, hecho en Denver íntegramente en bronce en lugar de acero galvanizado, como era habitual en la Segunda Guerra Mundial. Lo llaman The unique coin (La moneda única). Hasta 1979 creían que no existía. El comprador, un empresario aficionado a la numismática, pagó 170 millones de veces su valor.
Una de las primeras monedas de ese valor fue subastada en Amsterdam en 64.462 dólares. Es otro ejemplar único. No estaba incluida, seguramente, entre las 2.500 con las cuales un paciente de un hospital de Utah, indignado como Sanders, quiso pagar de mala gana la factura de un servicio médico, de 25 dólares. Fue arrestado por alterar el orden público. Después de asegurarse de que aceptaban efectivo, Jason West sacó del bolsillo la pila de monedas y exigió al cobrador que las contara. Era una forma de expresar su malhumor.
Tanto en los Estados Unidos como en Europa existen penas para quienes osan desembarazarse de ellas en lugar de pagar con billetes u otros medios. Lo hacen, habitualmente, en plan de denuncia. Un empresario catalán se apersonó ante un banco con sacos repletos de monedas de uno, dos y cinco céntimos para saldar una cuota de su hipoteca, de 1955,06 euros. Llevó unas 40.000 monedas. Pesaban 279 kilos. Las regulaciones europeas señalan que “ninguna parte estará obligada a aceptar más de 50 monedas en un único pago”.
Los peniques de los Estados Unidos suelen ser acumulados en casa y, después, depositados en los bancos en rollitos de papel que atesoran hasta un dólar (cien monedas) cada uno. Los cajeros no se molestan en contarlos. Edmond Knowles, de Flomaton, Alabama, acopió monedas de un centavo durante 38 años. Reunió más de 1,3 millones. En 2005 decidió canjearlas en el banco. Obtuvo 13.084,59 dólares. No podía creer que aquel montón de metal almacenado en su garaje, más valioso en peso que en cuantía, iba a redituarle semejante crédito.
Un señor de Maryland prefirió no depositarlos y pagó sus impuestos, de 966.86 dólares, en monedas de un centavo. No hay bolsillos capaces de albergar 96.686 peniques. Eran los ahorros de toda su vida. En Nueva Jersey, treinta alumnos fueron expulsados del colegio por pagar del mismo modo el almuerzo, de dos dólares per cápita. Los padres lograron que los reincorporaran frente a las airadas protestas de las autoridades educativas por el tiempo invertido en contar las monedas. Sanders, al estilo de Bombita, no hizo más que imitarlos, vengándose a su manera de aquello que le pareció excesivo. Too much!
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