Elecciones en Italia: de la retórica anti-inmigración a la violencia

Le parole sono pietre, titula la novela de Carlo Levi. La metáfora, entrada luego en el amplio diccionario italiano de aforismos, captura la relación entre el decir y el actuar, y nos advierte de los efectos tangibles del discurso, sobre todo de aquellos negativos. Una advertencia que parece haber sido del todo olvidada en la campaña electoral italiana




La campaña se ha centrado en la inmigración
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Por Francesco Pasetti | CIDOB

En su último informe, Amnistía Internacional ha denunciado el clima de odio, racismo y xenofobia reflejado en el discurso de los partidos políticos italianos. La campaña  se ha centrado en gran parte en el tema de la inmigración. La seguridad y la llamada crisis de los refugiados han sido los temas principales. El argumentario político italiano no difiere mucho del que se oye en otros países al acercarse las elecciones: la urgencia de cerrar las fronteras para protegerse de la invasión, las dudas sobre la posibilidad de integrarlos a todos y la necesidad de mayor control y seguridad como garantía para evitar una supuesta fractura social. A pesar de ciertas variaciones, que van desde la llamada en defensa de la “raza blanca” por parte de la extrema derecha a las posiciones securitarias del centro-izquierda, los principales partidos italianos comparten una actitud de miedo y un discurso de aversión a la inmigración.

Los datos desmienten tanto alarmismo: el estudio del Migration Policy Centre, entre otros,  demuestra la contribución de los extranjeros a la economía y el sistema de bienestar italianos; las llegadas por mar disminuyeron en 2017 según datos de Frontex; la población extranjera se ha mantenido al rededor del 8% en los últimos cinco años, y su ligero aumento –unas 100 mil personas entre 2014 y 2017– ha coincidido con una disminución del crimen según los datos del instituto nacional de estadística (Istat). ¿Por qué entonces, en un país herido económicamente, frustrado por la corrupción y condenado por la desigualdad y la creciente pobreza, el debate político se preocupa principalmente por protegerse de la inmigración? ¿Por qué se ha hablado tanto y tan mal de la inmigración en estos últimos meses de campaña? Hay varias razones.

La primera de ellas se refiere al ascenso electoral de la Liga Norte, que ha pasado del 4% en 2013 al 13-14% pronosticado para este año. A partir de la segunda mitad de los 90 la Liga ha abandonado la idea de crear nuevas fronteras entre el norte y el resto del país, para perseguir la defensa de aquellas existentes, reales e imaginarias, prometiendo “inmigración-cero” y la defensa de la identidad italiana. El retorno de la retórica anti-inmigración no se debe solamente al discurso de la Liga per sesino también al efecto que éste ha tenido sobre los otros partidos. El mayor peso de la Lega, tanto en términos absolutos como en la lógica de las posibles coaliciones, ha “atraído” a otras fuerzas políticas hacia posiciones más restrictivas respecto a la inmigración. El comentario de Matteo Renzi sobre el ataque de Macerata, en el que un militante fascista abrió fuego contra extranjeros hiriendo a seis de ellos, es emblemático en este sentido: “Ante todo está Italia, la defensa de Italia y los italianos. Y aquellos que los defienden son las fuerzas de seguridad, no pistoleros locos”. Renzi no aborda la realidad del problema –las pulsiones fascistas contra el “otro” – sino que se alinea con la lectura del problema hecha por el líder de la Lega, quien unas horas antes había justificado el ataque por la emergencia-inmigración. La atracción ejercida por los partidos de extrema sobre las otras fuerzas políticas es una dinámica generalizada en el contexto europeo: If you can’t Beat them, Join them.

Dicho esto, si se habla tanto y tan mal de la inmigración en Italia no es solamente por culpa de la Liga, también es el resultado de cálculos estratégicos de los otros partidos. Atacar a los inmigrantes o, al menos, hacer alarde de una actitud dura e intransigente hacia ellos es bastante conveniente en términos electorales. Primero porque gran parte de la población inmigrada está excluida del electorado, es decir un chivo expiatorio perfecto en el marketing de la política. En segundo lugar, porque los otros, aquellos que disfrutan del derecho al voto –los italianos– se muestran especialmente asustados por la inmigración. Históricamente, la opinión pública italiana ha sido adversa a los extranjeros y a la diversidad, hoy se estima que una línea dura contra los inmigrantes podría valer hasta el 30% en término de votos. Los partidos políticos lo saben bien y hacen sus cuentas al respecto.

Finalmente, no se puede descuidar el papel de los medios de comunicación. La inmigración siempre ha sido un fetiche para los medios italianos, que difícilmente la han representado de manera objetiva. Distorsionados y estereotipados, los relatos mediáticos de la inmigración han estado siempre atrapados en las noticias de crónica negra y articulados sobre el tema de la seguridad, como ilustran Marco Binotto, Marco Bruno y Valeria Lai en su última publicación. Estas dinámicas se colocan dentro de un marco más amplio de complicidad entre las arenas informativa y política italianas. El programa electoral firmado por Silvio Berlusconi en directo en el primer canal nacional, hace unos días, es solamente el más reciente y evidente testimonio de esa relación viciada. La hipersensibilidad del oído mediático para la voz política ha contribuido de manera clave a amplificar el discurso del miedo y la emergencia.

Nota completa: Elecciones en Italia: De la retórica anti-inmigración a la violencia



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