Al concluir su gira por Cuba y los Estados Unidos, reconciliados por su mediación, el papa Francisco ha hecho gala de su humildad con una prédica amable, aunque tajante, contra los males del mundo Leí hace poco: “El mundo cambia con tu ejemplo, no con tu opinión”. Cierto. ¿De qué valen los latigazos verbales de algunos mandatarios contra el capitalismo en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) cuando, en realidad, acumulan poder y fortunas durante sus gestiones? Sin estridencias, el papa Francisco dijo lo mismo en ese ámbito y en el Congreso de los Estados Unidos, donde nunca había disertado un arzobispo de Roma. Con amabilidad, sin reproches, instó a sanar las heridas de un planeta desgarrado por la codicia, el odio, la pobreza, la desigualdad y la contaminación. En Cuba, la primera etapa de su gira por ambos países, reconciliados gracias a su mediación, Francisco había señalado: “No se sirve a ideas, sino a personas”. Las personas, entiendo, no pueden vivir atrapadas en una abrumadora antinomia entre blancos (leer más)
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