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En líneas generales, los demócratas pretenden beneficiar a la clase media con reducciones de impuestos, estimular la economía con inversión estatal y fomentar la creación de empleo con subsidios a las compañías. En líneas generales, también, los republicanos pretenden achicar el tamaño del Estado, podar los impuestos y revertir las reformas de las leyes financiera y de salud. Como siempre, cada cual atiende su clientela. La de Barack Obama tiene más claro por dónde van los tiros; la de Mitt Romney, ungido candidato por el calendario más que por los votos en las primarias, debe conciliar entre las banderas tradicionales del conservadurismo y la presión del impetuoso Tea Party.
Desde el traspié de los demócratas en las elecciones de medio término de 2010, la mayoría republicana de la Cámara de Representantes ha intentado hacer permanentes los recortes de impuestos impulsados por el ex presidente George W. Bush y, en plan de paliar la crisis, agregar deducciones para las compañías pequeñas. Obama propuso tender carreteras, ferrocarriles y aeropuertos por 50.000 millones de dólares y crear un banco de infraestructura para ejecutar esos proyectos. El desempleo ha bajado al 8,1 por ciento, pero no deja de ser el talón de Aquiles del presidente por haber crecido desde su investidura.
Es la economía, estúpido, como en las vísperas del primer gobierno de Bill Clinton. Esta vez, con una diferencia importante: Obama completará su gobierno en enero y, como entonan sus partidarios, aspira a coronarlo con four more years (cuatro años más). En este período, signado por la prédica descarnada del Tea Party, los republicanos no han vacilado en poner en duda desde su nacionalidad hasta su religión. La ejecución de Osama bin Laden en su madriguera de Pakistán pudo haber confirmado su compromiso contra el terrorismo, pero, a los ojos de la oposición, no alcanzó a darle el crédito suficiente para ser el comandante en jefe de las fuerzas armadas.
Sobre el desempleo, que ha retrocedido en forma morosa y despareja durante el gobierno de Obama, machaca Romney: “La gente en todo el país está sufriendo esta situación; es tiempo de poner fin a su presidencia”. Ese latiguillo será constante hasta las elecciones de noviembre, así como las réplicas del presidente: «Romney es un patriota que ha criado una familia maravillosa y ha tenido una carrera de la que debe de estar orgulloso, pero aprendió las lecciones equivocadas por el camino». Del otro lado sólo encontrará réplicas: “La situación sigue siendo francamente decepcionante, y Obama se ha quedado sin excusas ni ideas para contener la cascada de desempleados”.
Es la economía y, como factor esencial, el desempleo. Por él y por los excesos de los banqueros claman los indignados de Occupy Wall Street, en principio más cercanos a Obama que a los republicanos. ¿Cómo influirán en las elecciones? El efecto dominó que ha volteado como muñecos en un parque de diversiones a la mayoría de los gobiernos europeos desde que estalló la crisis posiblemente no tenga su correlato en los Estados Unidos. Es lo que, en líneas generales, desean los demócratas, más aguijoneados por el Tea Party que por un candidato en construcción como Romney.
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