
Estados alterados
Las estrellas de mar pueden reponer sus brazos si sufren algún daño o, en el peor de los casos, si los pierden. Los cohombros, o pepinos de mar, arrojan violentamente sus vísceras por la boca si se ven en aprietos; tienen la facultad de regenerarlas con facilidad. Los hombres, por más que se aventuren a trasplantes, implantes, desplantes, liftings y clonaciones, son los únicos seres que se presumen inteligentes, pero no tienen repuesto. En un campamento de refugiados de Stankovec, Macedonia, una muchacha de 20 años tiene la mirada sombría, fija en la nada. Perdió algo más que su nombre en Pristina, capital de Kosovo, en donde la consigna era irse o morir. En su nueva casa, una tienda de campaña despojada, precaria, vive, sobrevive, como miles de personas que también perdieron algo más que sus nombres. Ella, el pelo castaño, las manos temblorosas, vive, sobrevive, con las máscaras, los rostros difusos, que entraron a punta de metralleta en su casa y que, como bestias, arrasaron con la impotencia de su familia. Eran cuatro milicianos (leer más)