Actualidad

Lápidas rusas

Tres días antes de la muerte del líder opositor ruso Alexei Navalny en una de las prisiones más alejadas de la civilización, en lo peor de Siberia, la Guardia Civil de España halló en un garaje municipal de Villajoyosa, Alicante, el cadáver de Maxim Kuzminov. Era un piloto ruso que había desertado a los 28 años de la guerra contra Ucrania en un helicóptero de combate. Cinco balazos, distribuidos prolijamente entre la cabeza y el pecho, habían acabado con su vida. Labor de sicarios, de modo de advertir qué podía ocurrirles a los traidores. Kuzminov había recibido medio millón de dólares de Ucrania a cambio de su defección. En septiembre de 2023, al mes siguiente de la fuga, ofreció una rueda de prensa en Kiev flanqueado por militares ucranianos. Criticó al régimen de Vladimir Putin y explicó las razones por las cuales estaba en contra de la guerra. Fue su sentencia de muerte. El Kremlin le prometió que no iba a vivir lo suficiente para ser sometido a juicio. Cumplió. En el helicóptero militar Mi-8 (leer más)

Sociedad

El revés de la trama terrorista

Esta vez, el hombre de la furgoneta no era un extremista musulmán barbado de fuertes creencias religiosas y odios acumulados. Era un individuo blanco, bien afeitado, de Cardiff, Gales. Lograron reducirlo. En el suelo, inmovilizado por el imam Mohammed Mahmoud para evitar que fuera linchado por una multitud enardecida, repetía: “Ya he hecho lo que tenía que hacer”. Darren Osborne, de 47 años de edad, padre de cuatro hijos, quemado por el desempleo y el alcohol, había arrollado a una decena de personas y matado a una cerca de la mezquita de Finsbury Park, en Londres, la mayor de Inglaterra. Quiso hacer justicia por mano propia en represalia por la seguidilla de atentados cometidos por extremistas islámicos en el Reino Unido. Fue un calco del atentado con una furgoneta lanzada contra peatones en el Puente de Londres, pero al revés. Las víctimas iban a ser los musulmanes que habían participado en la medianoche del domingo del rezo de Ramadán. Un contraste impactante en una ciudad regida por primera vez por un alcalde musulmán, Sadiq Khan. (leer más)

Política

Profecía cumplida

En un solo mes, diciembre, hubo tres atentados terroristas en Turquía. Cuarenta y cuatro muertos tras un partido de fútbol en Estambul, cerca del estadio del Beşiktaş, el 11; trece muertos en un ataque contra un autobús militar en la ciudad de Kayseri, el 16, y el asesinato a sangre fría del embajador de Rusia, Andrei Karlov, en Ankara, el 19. Lo había advertido la Oficina Europea de Policía (Europol), más allá de que Turquía no esté dentro de su ámbito de competencia por no pertenecer a la Unión Europea (EU). En el informe Los cambios de táctica terrorista del Estado Islámico para mantener la amenaza en Europa, la Europol vaticina “lobos solitarios”, acaso como el policía turco que asesinó al embajador Karlov, el conductor del camión que mató a doce personas y arrolló a otras tantas en Berlín y el hombre que hirió a tres fieles musulmanes durante el rezo en un centro islámico de Zúrich, que pueden “encontrarse sobre el terreno, preparados para asaltar». Todo ocurrió el mismo día, el último lunes antes (leer más)

Política

La otra cara de la guerra

Los ataques informáticos contra gobiernos y compañías privadas, cada vez más frecuentes y preocupantes, entrañan el riesgo de una mayor intromisión estatal en la intimidad de las personas Antes de desembarcar en Irak, el Pentágono alertó a George W. Bush sobre la posibilidad de congelar las cuentas bancarias de Saddam Hussein en el exterior por medio de un sabotaje informático. Era un plan secreto. Los Estados Unidos podían ganar la guerra sin lanzar un solo misil. Hussein no iba tener dinero para pagarles a sus tropas ni para reponer suministros. El presidente norteamericano caviló un instante. El riesgo era la eventual réplica: un fenomenal ciberataque capaz de desatar una crisis financiera global. Ni su gobierno ni los de sus aliados estaban en condiciones de contrarrestar un golpe de esa magnitud. Lo desechó. Más de una década después, los atentados terroristas en Francia, cuyo gobierno se opuso entonces a la guerra contra Irak, desnudaron la otra cara de aquello que el papa Francisco insiste en llamar Tercera Guerra Mundial “por partes”. Lo hizo esta vez durante (leer más)