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Casi dos años después de las atrocidades cometidas por Hamas en Israel, todos los esfuerzos de la comunidad internacional para detener el brutal embate de ese país contra la Franja de Gaza con el guiño de Estados Unidos caen en saco roto. Hasta la añeja solución de los dos Estados, ahora alentada por Francia y Arabia Saudita y votada por la mayoría de los 193 Estados miembros de la Asamblea General de la ONU, choca con la repulsa de algunos gobiernos, incluido el de Argentina, como si la guerra respondiera a un viejo dogma: la conquista de territorios al estilo de Rusia en Ucrania.
Estados Unidos fue el único de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad que rechazó una resolución para el alto el fuego. Los otros, Rusia, China, Francia y Reino Unido, así como los 10 miembros no permanentes, votaron a favor mientras Israel se prepara para la ofensiva final y bloquea a cal y canto las salidas. En algunos casos, el aviso llega una hora antes del siguiente ataque. «Gaza arde», posteó en sus redes sociales el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, acaso sin reparar en los rehenes de su país aún en poder de Hamas.
La anatomía del fracaso cobra forma en el repudio de países aliados de Israel, como los europeos, a aquello que tildan de genocidio. Palabra políticamente incorrecta hasta que la ONU le puso nombre a la muerte de 65.000 palestinos y la destrucción del enclave, sin comida, agua, internet ni teléfonos, con la consigna de abandonarlo o perecer entre las ruinas. No bromeaba Donald Trump cuando tramó La Riviera de Medio Oriente con Benjamin Netanyahu. Sin palestinos. La codicia del desarrollador inmobiliario con propiedades en Indonesia, Omán y Dubái pudo más que la envidia por el Nobel de la Paz de Barack Obama.
«La falta de acciones efectivas refleja el peso de las alianzas estratégicas y comerciales que varios países árabes han desarrollado con Israel en los últimos años”
La comisión independiente de la ONU concluye que Israel ha cometido cuatro de los cinco crímenes tipificados en la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio de 1948: asesinatos masivos (civiles, en su mayoría); daños físicos y psicológicos graves; imposición deliberada de condiciones de vida destinadas a destruir parcial o totalmente a un grupo, y medidas para impedir nacimientos. Del quinto, traslado por la fuerza de niños, no halló pruebas. Se trata, dice, de una situación “catastrófica”. Hospitales, escuelas y otras construcciones han sido destruidas en forma sistemática.
¿Por qué han callado históricamente los países árabes sobre Gaza y siguen sin darle apoyo?, se pregunta Armando Alvares Garcia Júnior, profesor de la Universidad Internacional de La Rioja, España. El 9 de septiembre, Israel bombardeó Doha, sede de las negociaciones con Hamas. Murieron seis personas; entre ellas, un policía. Varios edificios resultaron dañados. Qatar convocó de inmediato a una cumbre con miembros de la Liga Árabe y de la Organización de Cooperación Islámica. Acusaron a Israel de genocidio, limpieza étnica y uso del hambre como arma de guerra. Denuncias, no acciones.
Explica Alvares Garcia Júnior: “Pese a la contundencia de la retórica, la declaración no incluyó sanciones concretas ni medidas coercitivas. Propuestas como el cierre del espacio aéreo a aviones israelíes, la suspensión de acuerdos militares o la ruptura diplomática con Tel Aviv fueron discutidas, pero no prosperaron. Analistas presentes en Doha destacaron que esta falta de acciones efectivas refleja el peso de las alianzas estratégicas y comerciales que varios países árabes han desarrollado con Israel en los últimos años”. Meros reclamos diplomáticos, como ocurrió en las intifadas de 2009, 2014 y 2021, o en la Guerra de Gaza entre 2008 y 2009.
En sintonía con Netanyahu, Trump procuró disimular los excesos: negó el cargo de genocidio que Sudáfrica presentó en 2023 en la Corte Internacional de Justicia; sancionó a los miembros de la Corte Penal Internacional que ordenaron arrestos de líderes israelíes y de Hamas por presuntos crímenes de guerra, e hizo poco y nada para levantar el cerco de Israel a las agencias de ayuda humanitaria de la ONU a pesar de reconocer la hambruna de los palestinos. Curiosamente, mientras la coalición gubernamental israelí quiere una victoria militar, el jefe del ejército de ese país apuesta a las negociaciones civiles. El mundo al revés en un conflicto sin fin.
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