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Una coreana de 69 años de edad logró obtener la licencia de conducir después de haber sido reprobada casi mil veces
Por Jorge Elías
Cha Sa-soon, de 69 años de edad, vive sola, después de haber criado a sus cuatro hijos, en la aldea de Sinchón. Eso queda en Corea del Sur. Cerca de su casa, en Wanju, ignoto condado rodeado de montañas a 180 kilómetros al sur de Seúl, pasó a ser una celebridad. En noviembre de 2009 concluyó una extraña rutina iniciada en abril de 2005: reprobar cada día o cada dos o tres días el examen de manejo. En cada una de las 950 o 960 ocasiones en que se presentó debió desembolsar el equivalente a cinco dólares. Invirtió una fortuna. En la última prueba alcanzó la calificación mínima para superar las 40 preguntas del capítulo teórico.
Fue un premio a la tenacidad. Su instructor de manejo, Park Su-yeon, no salía de su asombro: “Cuando finalmente obtuvo su licencia, todos salimos a la calle a lanzar vivas –recuerda–. La abrazamos y le dimos flores. Sentimos como si nos hubieran quitado un enorme peso de encima. No teníamos el valor de decirle que dejara de intentarlo, ya que ella seguía presentándose».
La abuela Cha, como todo el mundo empezó a llamarla, recibió un premio consuelo: le regaló Hyundai-Kia, la principal compañía automotriz de Corea del Sur, un coche valuado en 16.800 dólares. Cha, curiosamente, significa vehículo en coreano, por más que la licencia le haya sido esquiva durante tanto tiempo. “Quería obtenerla para llevar a mis nietos al zoológico”, decía ella.
Es ahora la protagonista de un comercial de televisión de Hyundai-Kia. La constancia es su atributo. No está sola: a Thomas Alva Edison le atribuyen el invento de la bombilla eléctrica. Fue tan testarudo en su afán de concebirla que intentó dar con un filamento incandescente que no se apagara en unos segundos no menos de 8.000 veces. Entonces, un periodista se animó a preguntarle si sentía que había fracasado. “No he fracasado –respondió–. Simplemente he descubierto 8.000 maneras que no resultan”.
Las malas lenguas dicen que Edison, en realidad, no inventó la bombilla. Le había comprado la patente a los canadienses Henry Woodward y Mathew Evans y, después, logró comercializar el modelo. De todos modos, nadie va a quitarle el mérito de haber hecho 8.000 pruebas hasta dar con el filamento incandescente adecuado.
Haya sido su inventor o no, una bombilla brilla desde 1901 en Livermore-Pleasanton, California. Es un récord Guinness. En 109 años dejó de estar encendida apenas 22 minutos, en 1976, por el traslado del cuartel de bomberos a su actual sede. Sus escasos cuatro vatios derraman luz durante las 24 horas. Y transmiten el mensaje de los bomberos: están siempre listos, acaso como la abuela Cha para llevar de paseo a sus nietos en su propio coche.
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