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Política

La naranja mecánica

El color de los colonos de los asentamientos y de sus seguidores terminó favoreciendo a Sharon en su relación con Bush ESHKELON, Franja de Gaza.– Detrás de la evacuación de los colonos judíos de Franja de Gaza y del norte de Cisjordania hubo una mirada atenta. Cuatro rubricaron la Hoja de Ruta (los Estados Unidos, la Unión Europea, las Naciones Unidas y Rusia) como senda hacia la paz en Medio Oriente, pero uno en particular, George W. Bush, propició en febrero de 2005 los acuerdos en Sharm-el-Sheikh, Egipto, entre el primer ministro de Israel, Ariel Sharon, y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas. En ellos, tras cuatro años y medio de atentados terroristas y asesinatos selectivos como dinámica permanente, ambas partes pactaron la primera tregua después de la muerte de Yasser Arafat, acaecida tres meses antes. A su regreso a Ramallah, Abbas no tuvo la mejor acogida: el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas), renuente a todo trato con Israel, no lanzó fuegos artificiales, sino proyectiles contra los asentamientos judíos de la (leer más)

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Desconexiones

Pese a que el plan fue aprobado por Sharon y el Parlamento, la renuncia de Netanyahu agregó la inevitable cuota política del proceso En 1993, Israel acordó la retirada de la Franja de Gaza y de Cisjordania, de modo de facilitar el diálogo con Palestina. Después, Yitzhak Rabin no se animó: quiso evitar un enfrentamiento con los colonos judíos. En ese año, curiosamente, aumentaron tanto la construcción como la inmigración en los territorios ocupados durante la guerra de 1967, por más que representaran un índice ínfimo en el enjambre palestino. Tenían más valor emotivo, y político, que realista (sobre todo, por el gasto militar que demandaban), pero no dejaban de ser un as en la baraja de las inminentes negociaciones. Eran los días del proceso de paz de Oslo y eran, también, las vísperas del histórico apretón de manos entre Rabin y Yasser Arafat frente a Bill Clinton, juez y parte en el conflicto. La división, llamada desconexión por Ariel Sharon, malograba el anhelo israelí de tener un país más grande, pero facilitaba la creación (leer más)

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Lo peor es enemigo de lo malo

La manipulación orwelliana del lenguaje ha llevado al secretario general de la ONU a pedir una definición del término En prisión, Saddam Hussein acepta mansamente la realidad: el reverendo Jesse Jackson, de filiación demócrata, es el presidente de los Estados Unidos; George W. Bush ha perdido las elecciones en noviembre de 2004. Despojado de todo poder y de toda gloria, así como de todo contacto con el exterior, el tirano pretérito no tiene más alternativa desde diciembre de 2003, cuando fue hallado en el hoyo en el cual estaba oculto, que creer en la palabra de su carcelero norteamericano, Jesse Dawson. O admitirla, al menos, mientras, en la intimidad, se confiesa nostálgico de Ronald Reagan y se muestra dispuesto a hacer las paces con su enemigo, Bush. Entre cuatro paredes, aburridos, ambos departen sobre bueyes perdidos. Tiempo les sobra. Afuera continúa la guerra. Saddam está convencido de que terminó. Y está convencido de que Jackson es, en efecto, el presidente de los Estados Unidos. Dawson había querido gastarle una broma. Pero entre ellos, aislados del (leer más)