Estados alterados en la ONU
Entre la libertad y la seguridad, los Estados Unidos optaron por evitar otro atentado terrorista en su territorio después de la voladura de las Torres Gemelas. Esa política, centrada en la seguridad, se nutrió de actos tan poco virtuosos como el espionaje en el exterior, la detención de sospechosos y el asesinato selectivo. La granada ha estallado en las manos de Barack Obama durante la inauguración del 68º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Esta vez no hubo olor azufre como cuando Hugo Chávez comparaba a George W. Bush con el diablo, sino recelo por los excesos no rectificados por su sucesor. El costo de las arbitrariedades es político, más allá de que, por el fisgoneo de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, en inglés) en el correo electrónico de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, compañías norteamericanas se hayan beneficiado en licitaciones y otros negocios. En el reproche, Rousseff halló una oportunidad. Le fijó precio a la violación de su intimidad y de la soberanía nacional: reclamó apurar la (leer más)
