
Los sueños de mi madre
La histórica reforma sanitaria concretada por Obama no deja de dividir las aguas en EE.UU. De ser cierto que cada cual tiene la edad de sus emociones, Barack Obama ha rejuvenecido dos años en apenas dos meses. Entre la derrota de los demócratas en enero frente al senador republicano Scott Brown en Massachussets, dominio tradicional de los Kennedy, y la peliaguda sanción del plan de salud en la Cámara de Representantes, antes aprobado en el Senado, aparecen y desaparecen en su semblante un par de precoces arrugas. Son consecuencia de las tribulaciones por los dudosos dividendos del capital político invertido en reformar un sistema que nace torcido en los albores del siglo XX y que, durante gobiernos de distinto signo, se resiste a ser enderezado. En los Estados Unidos, los mayores de 65 años están cubiertos por el Medicare y las familias con ingresos modestos, así como los niños, las embarazadas y las personas con capacidades especiales, están cubiertas por el Medicaid. Entre un plan médico y el otro, gestionados en forma poco eficiente por (leer más)