
Hasta siempre, comandante
Entre líneas, la renuncia de Fidel deja entrever que, en realidad, no se va del todo En las vísperas, Fidel reveló algo que, aunque fuera público y notorio, nunca había salido de su boca ni de su puño y letra: su “crítico” y “precario” estado de salud. Con esas palabras, el diagnóstico no pudo ser más preciso: la fragilidad del cuerpo doblegó, finalmente, la vitalidad del poder. En la posdata de su recado dejó dicho, sin embargo, que las dolencias intestinales por la cuales delegó en su hermano Raúl el mando, o parte de él, no lograron apartarlo por completo de la rutina en la que invirtió 49 de sus 81 años: ser Cuba. En los 568 días que transcurrieron entre el 31 de julio de 2006 y el 19 de febrero de 2008, el más pragmático y menos ideológico de los Castro esbozó con cierta timidez aquello que el otro, postrado sin retorno, jamás se hubiera atrevido a emprender: una virtual apertura. Tras la desintegración de la Unión Soviética, más solo que la una (leer más)