Principio de incertidumbre
Al-Qaeda ha modificado sus mensajes tanto por el impacto de sus actos de barbarie como por las respuestas recibidas Desde el 27 de diciembre de 2004, Al-Qaeda entró en una nueva fase. Pocos advirtieron, sin embargo, que el mensaje de Osama ben Laden fuera serio. O, acaso, que fuera en serio. Sólo representaba, para Tony Blair y George W. Bush, otra amenaza de un criminal que, por sus afanes terroristas, debía ser ignorado. Ciento noventa y un días después (casualmente, el total de muertos en Madrid por los atentados del 11 de marzo), Londres pagó las consecuencias. Y las pagó (casualmente, supongo) el día siete del mes siete, números que coincidían (casualmente, insisto) con los terroristas que, cercados por las fuerzas de seguridad españolas, se inmolaron en un edificio de Leganés; eran, también, siete. En ese mensaje, Ben Laden legitimaba el mandato de su lugarteniente jordano Abu Musab al-Zarqawi en Irak, fijaba en Bagdad la capital del hipotético califato (es decir, la base de la restauración del imperio que pretende dominar con el islam como (leer más)