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Política

Setenta veces siete

Kosovo independiente es una buena carta electoral para Putin Cuando terminó la guerra de Kosovo, los soldados rusos arribaron a la provincia serbia antes que los tanques de la alianza atlántica (OTAN). Era lógico: los militares norteamericanos y europeos no habían puesto un pie en el terreno durante la represalia aérea contra el régimen de Slobodan Milosevic. Era lógico y era, también, una demostración de poder. Los bombardeos duraron 78 días. Entre el 24 de marzo y el 9 de junio de 1999 hubo 5000 víctimas de un solo lado, el serbio, y ninguna del otro. Con la ayuda de Boris Yeltsin, entonces presidente de Rusia, Milosevic sorteó la regla Galtieri: no cayó de inmediato por la derrota, sino un año y medio después. En ese lapso, los serbios no recibieron de su gobierno una admisión sobre el desenlace de la guerra. Sólo supieron que Kosovo, ocupada por 16.000 efectivos de la fuerza multinacional de paz (KFOR), adquiría el estatus de protectorado. En él, el Ejército de Liberación de Kosovo (UCK), considerado terrorista, narcotraficante y (leer más)