
Sin lugar para los débiles
La crisis a tres bandas por la muerte de Raúl Reyes robusteció a los presidentes Entonces, como el capataz de una obra en construcción (¿o de teatro?), Hugo Chávez exclamó: “Señor ministro de Defensa: muévame 10 batallones hacia la frontera con Colombia. ¡De inmediato!”. Eufórico, el compañero Fidel se precipitó en el andamio: “Se escuchan con fuerza en el sur de nuestro continente las trompetas de la guerra”. El albañil del “chavismo a la ecuatoriana”, Rafael Correa, aceptó las razones de Álvaro Uribe, primero, y rebatió sus disculpas, después. Colocó el último ladrillo el camarada Daniel Ortega con la ruptura de las relaciones diplomáticas de Nicaragua con Colombia. Era una disputa bilateral por la muerte de Raúl Reyes y otros alias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), abatidos en suelo ecuatoriano. Ortega no quiso ser indiferente con Correa. Menos aún Chávez, compinche de ambos: halló la oportunidad de resarcirse del áspero final de su papel de mediador para la liberación de secuestrados por las FARC, dispuesto por Uribe. Lo hizo con un pomposo (leer más)