Política

El rédito político del odio

De haber ocurrido en Europa o en Estados Unidos, la masacre provocada por Brenton Tarrant, ciudadano australiano de 28 años, pudo haber conmovido a la opinión pública primero y engrosado las estadísticas después. Ocurrió en Nueva Zelanda, donde los tiroteos masivos son tan raros como los crímenes de odio. Tarrant cargó las armas en su coche, condujo hasta dos mezquitas cercanas de Christchurch, se puso un casco con una cámara y, cual videojuego, disparó contra todo aquel que se cruzara en su camino. Mató a 50. En vivo y en directo por las redes sociales. Por la masacre, la primera ministra Jacinda Ardern planteó endurecer la ley sobre la venta de armas: la edad mínima para poseerlas es de 16 años y, de tratarse de semiautomáticas, de 18. Tarrant usó cinco armas. Tenía licencia para portarlas. Curiosamente, mientras Nueva Zelanda restringe las armas, otro país, en otro continente, Brasil, uno de los más violentos del planeta, en el cual hubo 10 muertos en un tiroteo masivo en un colegio público, el presidente Jair Bolsonaro quiere (leer más)

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Estupor en Nueva Zelanda

En 36 minutos, el ciudadano australiano Brenton Tarrant, de 28 años, terminó con la vida de 49 personas e hirió a otras tantas, algunas de gravedad, en el ataque que perpetró contra dos mezquitas de Christchurch, Nueva Zelanda. Tarrant había trabajado de entrenador personal y era miembro de un club de tiro al cual acudía a menudo. Una de las masacres, la de la mezquita Al Noor, fue transmitida en vivo por el propio Tarrant por Facebook con una cámara en la cabeza que le permitió hacer un streaming durante 17 minutos de los asesinatos, de los momentos previos, del auto en el que viajaba y de su arsenal. El viernes era un día especial en Nueva Zelanda. El día en el cual Aotearoa (el país de la nube blanca, según los maoríes) perdió la inocencia En un manifiesto colgado en su cuenta de Twitter, Tarrant se describe a sí mismo como un «blanco común, de una familia normal que ha decidido defender una postura para asegurar el futuro de su gente». Su objetivo: atacar (leer más)