Política

Biden versus Trump, ¿segundo round?

Joe Biden decidió ser candidato a la reelección en 2024. Le cabe el derecho, sobre todo después de la remontada de los demócratas en las elecciones de medio término de 2022. Esa media victoria a mitad de camino, algo así como un referéndum, desinfló por un rato la ambición de Donald Trump dentro de las filas republicanas por la irrupción como precandidato presidencial del gobernador de Florida, Ron DeSantis. En el léxico de Trump, Sleepy Joe pasó a ser Crooked Joe. Traducido: de dormilón, como llamaba a Biden en las presidenciales de 2020, pasó a ser torcido, el apodo despectivo aplicado a Hillary Clinton en las de 2016. Los problemas legales no amilanan a Trump en su cruzada por volver a la Casa Blanca a pesar de los disturbios del 6 de enero de 2021, cuando los suyos, los muchachos trumpistas, quisieron impedir la certificación de la victoria de Biden con el vergonzoso ataque contra el Congreso. Trump tampoco ahorra epítetos contra DeSantis. Lo llama DeSanctimonious y DeSanctus. O contra otro eventual rival de su (leer más)

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Las cuentas y los cuentos chinos

En una década al frente de China, el presidente Xi Jinping amasó más poder que cualquiera de sus antecesores como secretario general del Partido Comunista y presidente de la Comisión Militar Central, los otros dos baluartes de la dictadura. Xi asumió el cargo el 14 de marzo de 2013 con una impronta personalista, autoritaria y nacionalista con la cual desmanteló el liderazgo colectivo de China. “El mandato autoritario se está convirtiendo en un totalitarismo”, explica el periodista y escritor Juan Pablo Cardenal, editor de Análisis Sínico, en el programa Cuarto de Hora, de CADAL TV. Cardenal, corresponsal en China entre 2003 y 2014 y coautor de los libros La silenciosa conquista china (Crítica, 2011) y La imparable conquista china (Crítica, 2015), traducidos a 12 idiomas, investigó las inversiones, las infraestructuras y los préstamos chinos en 40 países de cuatro continentes. Como apunta en su artículo Una China ideológicamente hostil a Occidente, “Xi Jinping logra afianzar una autoridad omnipresente solo comparada a la que disfrutó Mao Zedong, considerado el padre de la patria china”. China, dice (leer más)

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El divorcio de las naciones

Si las fronteras son las cicatrices de la historia sobre los mapas, las separaciones territoriales por cuestiones políticas, económicas o raciales reflejan diferencias irreconciliables. Un camino sin retorno que, en países polarizados, pueden llevar a la estupidez de recrear guerras civiles. En Estados Unidos, la representante republicana Marjorie Taylor Greene, enrolada en la derecha radical alentada por el expresidente Donald Trump, propuso un divorcio nacional, textuales palabras, entre Estados rojos (republicanos) y azules (demócratas). Delirante, pero real. Una cosa es el Brexit, del cual muchos británicos se sienten decepcionados, y otra, muy distinta, es el separatismo dentro de los países, como el que se plantea Cataluña de España o Escocia del Reino Unido. La iniciativa de la representante Taylor Greene tiene poco sentido en un país que, a pesar de sus discrepancias internas, marca el pulso del planeta para bien o para mal. La división coyuntural, latente en las cloacas de las redes sociales de medio mundo con improperios contra aquel que no piensa igual, ¿llevaría a los rojos a mudarse de los Estados azules (leer más)

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El autoritarismo competitivo

El asalto de los tres poderes de Brasil refleja una crisis. La de la democracia, lastrada en todo el mundo por las dificultades económicas, la caída de las expectativas sociales, la virtual extinción de los partidos políticos tradicionales y la irrupción de líderes autoritarios al frente de coaliciones o movimientos populistas. Un fenómeno que Ignacio Labaqui, consejero académico de CADAL, llama “autoritarismo competitivo” en el programa Cuarto de Hora, de CADAL TV. La fisura de Brasil remite a la de Estados Unidos. En ambos casos, con la negación de la derrota en las elecciones de Jair Bolsonaro y de Donald Trump, respectivamente. Tanto uno como el otro conservan mayorías de número de legisladores, lo cual lleva a minorías radicalizadas, como la de los republicanos en la Cámara de Representantes, a imponer la agenda. Labaqui, profesor de Política Latinoamericana y Teoría de las Relaciones Internacionales en la Universidad Católica Argentina (UCA) y de Gobernanza Regional Comparada en el Máster de Estudios Internacionales en la Universidad del CEMA, advierte que las crisis “representan un riesgo para la (leer más)

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Otro asalto a la democracia

A dos años y dos días del asalto del Congreso de los Estados Unidos por seguidores de Donald Trump que no aceptaron la derrota en las elecciones de 2020, miles de partidarios de Jair Bolsonaro invadieron y destrozaron las sedes de los tres poderes de Brasil en rechazo al gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. Una turba descontrolada arribó a la capital en decenas de ómnibus previamente contratados con el fin de deslegitimar la victoria de Lula en la segunda vuelta de las presidenciales del 30 de octubre, por ajustada que haya sido. Contó con la pasividad de la Policía Militar de Brasilia. Los ataques contra el Congreso, el Palacio de Planalto y el Supremo Tribunal Federal tuvieron como objetivo exigir una intervención militar para echar a Lula, presidente por tercera vez desde el 1 de enero. ¿Fue un conato de golpe de Estado, un acto terrorista o una insurrección? Los facciosos marcharon desde el Cuartel General del Ejército, donde permanecían acampados, a nueve kilómetros de la Plaza de los Tres Poderes, ideada por (leer más)

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La fisura de Brasil

Exactamente 20 años después de su primera investidura, Luiz Inácio Lula da Silva asumió por tercera vez la presidencia de Brasil. De 2003 a 2023, mucha agua corrió bajo el puente en un país cada vez más polarizado. El presidente saliente, Jair Bolsonaro, partió rumbo a Estados Unidos. Nunca reconoció la derrota, al mejor estilo Donald Trump. El vicepresidente, Hamilton Mourao, tampoco participó de la ceremonia. En 1985 ocurrió lo mismo: Joao Figueiredo, el último mandatario de la dictadura militar, se rehusó a colocarle la banda a José Sarney. ¿Berrinches de militares sumidos en la Guerra Fría o falta de respeto a las instituciones de la república? El manual del mal perdedor, del cual puede dar cátedra Cristina Kirchner en Argentina al negarse a transferirle el mando a Mauricio Macri en 2015, incluye la presunción fraude, que no existió, y la equiparación entre dictadores y demócratas. Las sociedades fisuradas, inclusive entre amigos y parientes, necesitan la reconciliación de sus líderes para reconciliarse a sí mismas en lugar de los pataleos improcedentes en beneficio propio. Que (leer más)

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Triunfo demócrata a pesar de Biden

Donald Trump estaba convencido de que las elecciones de mitad del mandato de Estados Unidos iban a disparar su vuelta a la carrera presidencial. Había pronosticado una ola roja que iba a convertir al Senado y la Cámara de Representantes en mares republicanos. En cuanto salieron los primeros resultados, ajustadísimos, se lavó las manos: si los republicanos ganaban era mérito suyo y si perdían no era su culpa. “El resultado es un llamado a una reflexión interna de los republicanos sobre cuál debería ser el mensaje del partido para el futuro”, concluye Guy Mentel, presidente del think tank Global Americans, de Washington, en el programa Cuarto de Hora, de CADAL TV. Si bien falta definir el resultado concreto, el Senado quedó dividido en 50 bancas para cada partido, con la ventaja para los demócratas del voto de desempate de la vicepresidenta Kamala Harris, y los republicanos obtuvieron una exigua mayoría en la Cámara baja. Mentel, con amplia experiencia en el Senado, asuntos del hemisferio occidental, campañas electorales y temas judiciales, informa con frecuencia al Congreso (leer más)

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Media victoria a mitad de camino

Las elecciones de mitad del mandato de Estados Unidos suelen ser un referéndum sobre los dos primeros años de gestión gubernamental y sobre la figura del presidente. Una derrota categórica hubiera dejado a Joe Biden como un pato rengo hasta 2024 y, de ser capitalizada por el ala dura de los republicanos, le hubiera dado un empujón a Donald Trump para reincidir como candidato. En ambos casos a pesar de sus edades: uno, 79; el otro, 76. Si Biden no goza del aprecio de muchos, inclusive de los suyos, los muchachos trumpistas, enlodados por el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, tampoco pueden sacar pecho. En ese ámbito, el legislativo, ni los demócratas ni los republicanos pudieron cantar victoria hasta ahora, más allá de las tendencias: que unos conserven su exigua mayoría de número en el Senado, donde estaban en juego los dos tercios de las bancas, y que los otros dominen la Cámara de Representantes, renovada por completo. Como en otras comarcas, las campañas muchas veces se enfocan más hacia dentro (leer más)

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Cinco años más para Xi Jinping

La guerra en Ucrania no cuenta, así como tampoco la sociedad larvada con Rusia. Cuenta, más que todo, el poder amasado por Xi Jinping desde que asumió el primer mandato en 2012 como secretario general del Partido Comunista Chino. Diez años después impuso su visión doctrinaria entre los pilares fundamentales de la China moderna, fundada y liderada por Mao Zedong entre 1946 y 1976, y remozada por Deng Xiaoping entre 1978 y 1989. La reforma constitucional de 2018, aprobada por casi todos los delegados del congreso partidario, eliminó el límite de dos períodos y le permite a Xi gobernar cinco años más. El culto a la personalidad cambió el modelo dictatorial de no más dos quinquenios consecutivos por uno prácticamente indefinido. Eterno, en realidad. Xi endureció los controles estatales y no bajó un ápice la tensión con Estados Unidos, estrenada por Donald Trump con la guerra comercial y tecnológica y continuada por Joe Biden con el aumento de los aranceles. Una guerra por la supremacía mundial, ni más ni menos, con mucho negocio de por (leer más)

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El silencio de los votantes

La victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones de Brasil resultó exigua en comparación con los pronósticos que indicaban que podía superar hasta por 20 puntos al presidente, Jair Bolsonaro, y evitar la segunda vuelta. Ganó por un dígito. Algo así como un cinco por ciento. ¿Fallaron las encuestas o callaron los votantes en una sociedad más polarizada que nunca? El dato relevante no surge de los sondeos previos sobre las preferencias electorales, sino de otro. El de la intimidad de los brasileños. Casi la mitad confiesa que en los últimos meses dejó de hablar de política con sus amigos y sus parientes, según Datafolha. El silencio en la intimidad se traduce en respuestas contradictorias o engañosas en las encuestas. Una actitud más frecuente en las mujeres jóvenes, educadas y acomodadas y, entre los dos candidatos, más en los votantes de Lula que en los de Bolsonaro. En la campaña hubo asesinatos y episodios de violencia. Tanto uno como el otro decidieron usar chalecos antibalas en los actos. El miedo a las (leer más)

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Juegos a dos bandas

En vísperas del encuentro entre Vladimir Putin y Xi Jinping en Samarcanda, capital del antiguo sultanato de Uzbekistán y corazón de Asia, estalló otra guerra. La de Azerbaiyán y Armenia por Nagorno Karabaj. Un desafío para Rusia, garante del cese el fuego acordado después de seis semanas de combates y de 6.500 muertos en 2020. Si bien ninguno de los dos se atribuyó el primer tiro, el presidente azerí, Ilham Aliyev, con el apoyo de su par turco, Recep Tayip Erdogan, aprovechó la ocasión para marcar el terreno y desnudar la debilidad del primer ministro armenio, Nikol Pashinian, asediado en casa por su plan de ceder el territorio en disputa. El precio para Armenia significaría renunciar a un enclave cuyos habitantes consideran propio desde siempre. En especial, desde que terminó la guerra separatista en 1994, más allá de que en los papeles pertenezca a Azerbaiyán. La tregua precaria, tras dos días y más de 200 muertos, no supuso el final de una causa delicada que ambos asocian con la reivindicación de sus derechos. El conflicto (leer más)

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Cómo destruir un país

Si la ceguera ideológica es peor que la biológica, la última camada de autócratas no debe esforzarse mucho para crear un rebaño de fanáticos. Lo demuestran Donald Trump, Jair Bolsonaro y Viktor Orbán, de lado derecho del mostrador, y Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Andrés Manuel López Obrador, del izquierdo. No son necesariamente figuras carismáticas capaces de provocar un fenomenal cambio social, como postulaba Max Weber con aquello que denominó “rutina del carisma”, sino líderes capaces de convencer o de comprar a buena parte del electorado con discursos contra las elites, aunque pertenezcan a ellas. Ece Temelkuran, periodista turca exiliada en Croacia, describe en su libro Cómo perder un país, la estrategia del presidente de su país, Recep Tayip Erdogan, para convertir el intento de golpe de Estado del 15 de julio de 2016 en su mayor capital político. Seis años después, Erdogan propicia el diálogo entre Rusia y Ucrania, negocia con la anuencia de la ONU la salida de barcos cargados de granos por el minado Mar Negro y subordina el ingreso en la (leer más)

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Víctima de sí mismo

Desafiante en su papel de víctima, Donald Trump se rehusó a declarar sobre las prácticas empresariales de su compañía en Nueva York poco después de que el FBI emprendiera una redada sin precedente en su mansión con refugio nuclear y club de golf privado de Mar-a-Lago, Palm Beach, Estado de Florida. Lo usual en otras latitudes resulta una rareza en Estados Unidos, no habituado al allanamiento de la propiedad de un expresidente, su domicilio fiscal desde 2019. Trump y los suyos compararon al gobierno de Joe Biden, desmarcado de los procesos judiciales, con el de países rotos del Tercer Mundo. Más precisamente con Nicaragua bajo el régimen de Daniel Ortega. La Ley de Registros Presidenciales de 1934 obliga a los expresidentes de Estados Unidos a entregar todo el material relacionado con su gestión. Trump, acusado dos veces de haberse quedado con registros confidenciales, está involucrado en una extensa serie de pesquisas por su conducta personal y política, así como por su desprecio del Estado de Derecho. Lo pinta de cuerpo entero el asalto del Capitolio (leer más)

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La desilusión con Biden

Joe Biden cumplirá 80 años el 20 de noviembre. Contrajo coronavirus. Nada alarmante, en principio. En 2024, como suele suceder en Estados Unidos después del primer período, tiene el derecho de ser candidato a la reelección. ¿Podrá? La oposición republicana objeta su avanzada edad: si gana a los 82 años, tendrá 86 cuando concluya el mandato. Lo saben los dirigentes demócratas, pero prefieren mantener silencio por respeto a la investidura. No así las bases. El desencanto con la gestión, empañada como otras por la pandemia y la economía, crece día tras día en varias franjas de la sociedad. Especialmente, en sus propias filas y, dentro de ellas, entre los jóvenes Un 64 por ciento de los votantes demócratas preferiría otro candidato en las presidenciales de 2024, según un sondeo de The New York Times. Lo resume la periodista Michelle Goldberg en esas páginas: “Joe Biden es muy viejo para ser presidente de nuevo”. Un latigazo en medio de la incertidumbre provocada por una inflación anual del 9,1 por ciento, la más alta en 40 años (leer más)

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That’s all, folks!

Boris Johnson era el periodista favorito de la primera ministra Margaret Thatcher. La deslumbró un artículo de su autoría, El Plan Delors para gobernar Europa, publicado en la primera plana de la edición dominical de The DailyTelegraph. Johnson era el corresponsal en Bruselas. Jacques Delors, exdiputado socialista francés en el Parlamento Europeo y exministro de Economía en el primer gobierno de François Mitterrand, presidió la Comisión Europea entre 1985 y 1995. Su plan, según Johnson, era ir más allá del Tratado de Maastricht de 1992 e investir un presidente europeo permanente. ¿Semilla del resentimiento británico hacia el continente, cristalizado en el Brexit? Político se nace, pero, a veces, se hace o, en ocasiones, se deshace. Son las reglas del juego. Thatcher se vio obligada a renunciar el 22 de noviembre de 1990 tras 11 años de gobierno. Había perdido la confianza de los suyos, los conservadores. En una situación similar se encuentra Johnson, primer ministro por el mismo partido desde el 24 de julio de 2019. En apenas 48 horas renunciaron 57 funcionarios. Entre ellos, (leer más)