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Halagos, bromas sobre deportes y lecciones de historia. Sobre ello versaron las conversaciones de Vladimir Putin en 2000, durante su primer mandato, con Bill Clinton, según documentos desclasificados por el National Security Archive, organismo no gubernamental con sede en la Universidad George Washington. A la luz de la última cumbre de Putin con Donald Trump en Alaska, veinticinco años después del comienzo de su ristra de elecciones y reelecciones y de aquel mano a mano con Clinton, algo ha cambiado, más allá del paso de las presidencias de George W. Bush, Barack Obama y Joe Biden, y de la primera de Trump.

Los documentos, escritos por Strobe Talbott, subsecretario de Estado durante el gobierno de Clinton, muestran a Putin en su momento más colaborativo y prooccidental, “esperando la integración plena de Rusia en el sistema de seguridad europeo e inclusive en la OTAN”. Redondea ambos anhelos con una frase sorprendente: “Estoy contento”. El enfoque agresivo de ese momento hacia la guerra en Chechenia, con su respaldo a la fuerza en lugar de la negociación, rima con su postura rígida sobre Ucrania por sus coqueteos con la alianza atlántica, casualmente, entre otras diferencias.
Quizá por falta de experiencia, deduce Talbott, de lengua rusa fluida, Putin intentaba impresionar a Clinton. Un cuarto de siglo después, Trump intentó impresionar a Putin en la cumbre de Alaska, llevándolo a pasear en La Bestia. Algo inusual entre presidentes. Un viaje compartido del que tal vez no queden registros como los intercambios con Clinton. Ni el secretario de Estado, Marco Rubio, ni el enviado especial para alcanzar la paz en Rusia e Israel, Steve Witkoff, multimillonario con experiencia inmobiliaria, no diplomática, hablan ruso.
Los documentos del llamado “uno a uno” con Clinton reflejan la cortesía de Putin: «Has hecho mucho por tu país»

Como escribió Max Boot en The Washington Post, “el triunfo de Putin fue evidente desde el comienzo de la reunión en la Base Conjunta Elmendorf-Richardson, donde soldados norteamericanos extendieron, literalmente, la alfombra roja para un dictador imputado por crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional en 2023, e imposibilitado de viajar a la mayoría de los países del mundo por temor a ser arrestado. Trump parecía extasiado. Recibió a Putin con una sonrisa de oreja a oreja y un apretón de manos para luego invitarlo a subirse a su limusina presidencial, conocida como La Bestia: una bestia adentro de otra bestia”.
Los documentos del llamado “uno a uno” con Clinton reflejan la cortesía de Putin: «Has hecho mucho por tu país […], tal vez tanto como cualquier presidente desde Roosevelt». Soltó bromas deportivas, quejándose de la dificultad de encontrar un buen rival de yudo. Y repasó la historia: el programa nuclear soviético, según Putin, se vio beneficiado por espías de los científicos de Estados Unidos. Defendió, a su vez, la guerra en Chechenia, república rusa de mayoría musulmana, contra «personas brutales y crueles» que quieren «matar a todos los judíos» mientras Clinton le aseguraba que la expansión hacia el Este de la OTAN no amenazaba a Rusia. Coincidencias pretéritas.
Los tiempos cambian. Los hombres también.
https://marcelafittipaldi.com.ar/2025/08/las-dos-caras-de-putin-por-jorge-elias/
https://reporteasia.com/opinion/2025/08/25/las-dos-caras-de-putin/