Actualidad

Afganistán, punto y aparte

El 911, número de teléfono de emergencias en Estados Unidos, pasó a ser el símbolo de un aniversario doloroso. El de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Veinte años y monedas después hubo otra catástrofe: la caída de Afganistán en manos de la supuesta versión edulcorada del régimen talibán. El mundo pasó página rápidamente, como si se tratara de un episodio más de la segunda temporada de una serie de televisión, mientras decenas de personas intentaban huir del tormento de la sharía (ley islámica). Uno de cada tres afganos no sabe “de dónde saldrá su próxima comida”, dice el secretario general de la ONU, António Guterres. La odisea empezó a finales de agosto con la fuga del presidente Ashraf Ghani y el retiro de las tropas norteamericanas después de 20 años de ocupación. La consternación de los afganos, en su afán de huir de la inminente opresión, provocó estupor durante unas semanas en la comunidad internacionales. Un rato, en realidad. Después, punto y aparte. O el repaso del fiasco de cuatro presidentes de (leer más)

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¿Misión cumplida?

Misión cumplida. ¿Misión cumplida? El fracaso fortifica a los fuertes, según Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito. ¿Quiénes son los fuertes? Los talibanes, más allá de la perorata de Joe Biden sobre el final de la guerra más larga de la historia. El fracaso, como la necesidad, tiene cara de hereje. Palabra que no sólo se atribuye a la persona que niega alguno de los dogmas establecidos por una religión, sino también al descreído. Esa impresión dejó Estados Unidos después de dos décadas de ocupación militar en Afganistán. La de un mundo desconfiado de su autoridad como nación indispensable. ¿Es el final de una era, como pudo serlo para Gran Bretaña la debacle del Canal de Suez, en 1956, o para la Unión Soviética el retiro de Afganistán, en 1989, poco antes de la caída del Muro de Berlín y de su propia desintegración? Biden, a diferencia George W. Bush en Irak, no pudo celebrar una victoria. En aquella guerra tampoco Estados Unidos podía jactarse de haber resuelto el problema con la ejecución de (leer más)

Política

La versión edulcorada de los talibanes

Contada en primera persona por Malala Yousafzai, la chica que sobrevivió al intento de asesinato de los talibanes en Pakistán y resultó ser la ganadora más joven de la historia del Premio Nobel de la Paz, la versión edulcorada de los nuevos patrones de Afganistán se diluye de inmediato. Malala recuerda su infancia: “Cuando los talibanes tomaron mi ciudad natal en el valle de Swat en 2007 y poco después prohibieron que las niñas recibieran educación, escondí mis libros bajo mi largo y grueso chaúl y caminé a la escuela con miedo. Cinco años después, cuando tenía 15 años, los talibanes intentaron matarme por alzar la voz sobre mi derecho a ir a la escuela”. Un derecho vedado a las mujeres por la sharía (ley islámica), así como trabajar fuera de casa y salir a la calle sin el burka y en compañía de un hombre de la familia. Malala, de 24 años, víctima del régimen talibán, recibió tres balazos en 2012. Iba en un autobús escolar. Rumbo al hospital militar en Peshawar, su padre, (leer más)

Actualidad

El embrión de otra teocracia

Pocos países adoptaron la teocracia como forma de gobierno: Irán, Mauritania, Arabia Saudita, Sudán y Yemen con la sharía (ley islámica) y el Vaticano con una monarquía cristiana encarnada en el Papa. ¿Está Afganistán, bajo las barbas del régimen talibán, en vías de convertirse en un emirato en el cual su eventual presidente o líder ejerza el poder político en calidad de ministro de Dios? La debacle de las instituciones democráticas, más allá de la corrupción, el narcotráfico el fraude y otros lícitos frecuentes, descarriló en el embrión de un gobierno de facto de dudosa credibilidad puertas adentro y de peligrosa caladura en la comunidad internacional. No se trata de un fenómeno aislado. Joe Biden subestimó al régimen talibán. En público, al menos, confió en que el retiro de las tropas norteamericanas acordado por su antecesor, Donald Trump, no iba a envalentonar a los creadores de Al-Qaeda. Estados Unidos invirtió o despilfarró 83.000 millones de dólares desde 2001 en entrenar y equipar a los militares afganos en el refugio de Osama bin Laden, ejecutado 10 (leer más)

Política

¿En qué manos queda Afganistán?

Desde la ejecución de Osama bin Laden en su madriguera de Pakistán, en 2011, tanto el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, como su sucesor, Donald Trump, barajaron la posibilidad de poner punto final a la guerra más larga de la historia de su país. La declarada en 2001 por George W. Bush contra el régimen talibán en Afganistán, vecino de Pakistán, en represalia por la voladura de las Torres Gemelas. Veinte años después del comienzo, Joe Biden ha decidido el retiro de las últimas tropas norteamericanas antes de una fecha simbólica, el 11 de septiembre. El contingente, de 100.000 efectivos cuando Obama asumió la presidencia, ronda entre 2.500 y 3.000 en la actualidad. La guerra en sí, un escudo ante la amenaza de atentados en Estados Unidos, perdió interés entre los norteamericanos, enfocados en la crisis sanitaria, puertas adentro, y en la recomposición de la imagen nacional ante los desafíos de China y Rusia, puertas afuera. Un eventual resurgimiento de Al-Qaeda, engendro terrorista con sello talibán y firma de Bin Laden, figura entre (leer más)