Cultura

Una ambigüedad inquietante

La decisión de Vladimir Putin de reconocer la independencia de las provincias ucranianas de Donetsk y Luhansk y de lanzar al rato su mentada operación militar especial contra Ucrania siguió un patrón. El de “desnazificar” a un país con un presidente judío. Absurdo, pero real, excusa de la propaganda de guerra. El descalabro no comenzó en 2022, sino en 2014, cuando Putin ordenó a los suyos ocupar y anexar la península de Crimea. O mucho antes, en realidad, cual réplica de la táctica de Rusia en las últimas dos décadas para mantener su influencia en los dominios de la antigua Unión Soviética. El resentimiento de Putin encuentra un eje en la “ampliación de la OTAN hacia el sur de Europa central”, de modo de rodear a Rusia y uno de sus aliados, Serbia, como expone Alberto Hutschenreuter, doctor en Relaciones Internacionales, en el libro Ni guerra ni paz, publicado por la Editorial Almaluz. Se trata de una “anomalía estratégica” y de “un factor de inestabilidad continental”, señala Hutschenreuter “La expansión, agrega Hutschenreuter, conferenciante de la (leer más)