Catalejo

Sí, querida

Por Jorge Elías Por dos razones Colón descubrió América: era soltero y no era japonés. De haber sido casado, la mujer no hubiera vacilado en preguntarle por qué no mandaban a otro, por qué iba a tardar tanto y por qué no podía acompañarlo. Le hubiera hecho el viaje imposible, convencida de que, con el absurdo pretexto de hacerle creer a su jefe que la Tierra era redonda, tramaba un ardid para emborracharse con los amigos o engañarla con esas tres locas que se hacían llamar la Pinta, la Santa María y, “¡una niña, Cristóbal! –lo hubiera increpado, desencajada–. No tienes derecho”. Antes de salir de casa, más allá del revuelo, le hubiera pedido dinero para pagar la tarjeta de crédito, y pelos y señales del hotel en el que iba a alojarse. Lo usual, digamos. De haber sido japonés, Colón hubiera tenido un problema adicional: las amas de casa niponas, responsables de la economía familiar, reciben el salario de sus maridos, a los cuales les entregan el kozukai (dinero de bolsillo para sus gastos). (leer más)