Política

El Brexit después del Brexit

La victoria da derechos. La del primer ministro Boris Johnson en las elecciones en el Reino Unido llevó a la mayoría conservadora de la Cámara de los Comunes a firmarle el cheque del Brexit, fechado el 31 de enero. Se trata del acuerdo alcanzado con la Comisión Europea después de varios cabildeos de Johnson con la venia de la reina Isabel II. El divorcio de la Unión Europea no es el final, sino el comienzo de otro capítulo. El de la negociación externa de un tratado de libre comercio y de políticas comunes, como la de defensa, y el del desafío interno de preservar dentro de su territorio a Escocia e Irlanda del Norte. La voluntad de mantener intacto al Reino Unido, compuesto por Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte, choca con el Brexit. Johnson, emparentado con los ultras de Nigel Farage y los guiños de Donald Trump, exporta incertidumbres. La idea de convertir a Londres en la capital de una suerte de Singapur, con una competencia fiscal desleal, espanta a Europa. La ministra (leer más)

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Lo que el Brexit se llevó

El Brexit empezó con un engaño. El primer ministro David Cameron creyó en febrero de 2016 que había logrado en Bruselas un estatus exclusivo para el Reino Unido en la Unión Europea. Algo así como un divorcio rentable. Lo sometió a un referéndum, en el cual ganó su posición, pero no pudo contener la erupción del volcán entre los suyos, los conservadores. Su sucesora, Theresa May, intentó activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa. Quiso lograr la salida del bloque continental sin consultar al Parlamento. Una ciudadana británica nacida en Guyana, Gina Miller, recurrió al Tribunal Supremo. May debió rendir cuentas en la Cámara de los Comunes. Ese fue el comienzo del sinuoso camino que emprendió May, alias Maybe (tal vez), en enero de 2017. Dos años después, May zafó por escaso margen de una moción de censura después de ver cómo se hundía el acuerdo que ella misma había alcanzado en Bruselas. Un reguero de mentiras llevó a May a admitir que el Brexit, con acuerdo o sin él, sacrificará entre un dos (leer más)

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Choque de trenes en Londres

Theresa May urdió en abril el adelanto electoral. Su mandato concluía en 2020, pero adujo que necesitaba más fuerza para negociar la salida del Reino Unido de la Unión Europea. No lo había prometido cuando sucedió al primer ministro David Cameron, conservador como ella Tampoco había apoyado la campaña por el Brexit. En ese momento, el resultado parecía soñado: le llevaba más de 20 puntos de ventaja al candidato laborista, Jeremy Corbyn. Un cascarrabias. El representante de la izquierda radical dentro una jaula de canarios. En eso se han convertido los partidos socialdemócratas occidentales. En jaulas de canarios. Era previsible que en un ambiente hostil por los atentados terroristas se impusiera May, pero, en medio de una campaña con intervalos luctuosos, comenzó a caer en las encuestas. La conciencia colectiva reparó en su gestión como ministra del Interior. Seis años durante los cuales, más allá del endurecimiento de las leyes, creció el peligro. Sobre todo, por la radicalización de los musulmanes que se sienten marginados dentro de sus comunidades. La seguridad y la libertad provocaron (leer más)

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El corte inglés

Por Jorge Elías A comienzos de 2013, David Cameron anunció que, de ganar las elecciones, iba a plantearles a los suyos si el Reino Unido debía seguir siendo un miembro de la Unión Europea (UE). Pretendía apaciguar el airado reclamo de soberanía de buena parte de su partido, el conservador, y del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), liderado por Nigel Farage. ¿Quién iba a imaginar que, aceptado el reto, la diputada laborista Jo Cox iba a ser cruelmente asesinada por un desquiciado de ultraderecha después de defender en un acto político la permanencia del reino en la UE y que esa muerte inútil no iba a serenar los ánimos secesionistas de más de la mitad de la población? La salida del Reino Unido de la UE, la primera de un Estado miembro, ahonda la crisis de un continente en apuros frente a una economía débil, problemas de deuda, legiones de inmigrantes e inestabilidad geopolítica al sur y al este de sus fronteras. Se trata de un reproche al consenso de posguerra, aquel (leer más)

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El cabreo global

A las rebeliones de izquierda y de derecha, así como al nacionalismo y al islamismo, no las une el amor, sino el supuesto espanto frente a la globalización, a la cual no renuncian   Por Jorge Elías La batalla es económica, me dirán. Y tienen razón. Pero detrás de los intereses perdura otra batalla, la cultural, prima hermana de la política. Desde 1995 hasta entrados los años 2000 estuve con frecuencia en Chiapas, México. Cubrí como periodista el levantamiento de los zapatistas, iniciado el primer día de 1994. Percibí entonces que un movimiento indígena que surgía como detractor del sistema pasaba a ser el principal ususario de las armas del sistema. Era la mejor vía para aprovecharse de las flaquezas ajenas, más allá de apelar a las fortalezas propias para exigir reivindicaciones. El incipiente correo electrónico obraba como el salvoconducto del subcomandante Marcos. Era un arma infalible. Cada comunicado que redactaba desde la enmarañada selva Lacandona, en el límite con Guatemala, era publicado al día siguiente en el diario La Jornada, de la ciudad de México. (leer más)