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Política

Voto joven, discusión mayor

En las presidenciales de Ecuador, previstas para el 17 de febrero, podrán votar los jóvenes de 16 y 17 años de edad. El voto, llamado facultativo, no es obligatorio. Con el guiño de Rafael Correa, candidato a la relección, lanzaron la campaña “Caigamos a votar”. Tanto en Ecuador como en la Argentina, donde el voto juvenil se aprobó el 2012, los gobiernos reivindican el derecho de esa franja a votar; la oposición cree que es una treta de los oficialismos para ampliar sus caudales electorales como rédito de políticas que apuntan a favorecer la inclusión en la vida pública de adolescentes que aún no han terminado el colegio secundario. Ni unos pueden afirmarlo ni los otros pueden negarlo. Ese segmento no está en condiciones de alterar las tendencias electorales dominantes. Tampoco se trata de algo tan novedoso como parece: en Brasil, el gobierno de José Sarney resultó ser el pionero en la materia en la región en 1988. Ni Correa, de 25 años entonces, ni Cristina Kirchner, diez años mayor, tenían certeza de llegar a (leer más)

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Obama 2.0 con poder latino

En 2007, los latinos radicados en los Estados Unidos eran dueños de 2,3 millones de negocios; en apenas cinco años, ese segmento de la población capeó la crisis, incrementó su volumen de operaciones en un 43,6 por ciento y, como consecuencia de ello, creó más empleo que cualquier otro. De tener un país dentro del país, los latinos supondrían la décimo segunda economía mundial. En las universidades también baten récords de inscriptos y graduados. Es la población con mayor tasa de natalidad (2,4 por ciento; 0,4 más que la media) y la más joven (28 años frente a los 37 del resto). ¿Cómo no van a tener presencia e influencia en el renovado gobierno de Barack Obama y en los otros poderes si son, además, más emprendedores y activos que otras minorías? En las últimas presidenciales votaron 12,5 millones de personas de ese origen, el 71 por ciento a favor de la relección de Obama; estarán en condiciones de hacerlo 40 millones en 2030. ¿Tendrán pronto un presidente propio? Seguramente. Uno de cada seis residentes (leer más)

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Obama, segunda parte

Los elocuentes discursos de Barack Obama no conmueven a los líderes latinoamericanos. En estos cuatro años, después de los errores cometidos por George W. Bush en su relación con el continente, el gobierno de los Estados Unidos se ha limitado a acompañar las decisiones de sus pares y a fijar sus posiciones en lugar de intervenir en forma directa, como en Granada en 1983, en Panamá en 1989 o en Haití en 2004. La decisión de reactivar la Cuarta Flota de la Marina, por primera vez en 58 años, levantó tantas ampollas como la intención frustrada de destinar soldados a las bases militares de Colombia para combatir el narcotráfico y la guerrilla. Desde 2009, cuando asumió Obama, Brasil ocupa el papel que le corresponde como rector de América del Sur, seguido entre las prioridades norteamericanas por Colombia y México, más allá de sus dilemas domésticos. Venezuela no ha alterado sus planes y Cuba, a su vez, obra como virtual componedor. Más allá de los devaneos lingüísticos de Hugo Chávez sobre el imperialismo, los Estados Unidos (leer más)

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Después de Chávez

En enero de 1999, el presidente de la Argentina, Carlos Menem, medió ante su entonces par de los Estados Unidos, Bill Clinton, para blanquear la imagen de Hugo Chávez, “un joven emprendedor” que merecía una oportunidad a pesar de su pasado golpista. Era rara la gestión, tratándose de uno de los campeones del neoliberalismo y de un acérrimo rival de Fidel Castro. Tres años y monedas después, en 2002, Chávez radicalizó su discurso tras el conato de golpe de Estado por el cual quedó fuera de juego durante 47 horas. Acusó a George W. Bush, sinónimo del imperialismo “pitiyanqui”. En 2006, la revolución bolivariana derrapó en el socialismo del siglo XXI. En Venezuela, como en la Cuba de Fidel Castro, no hubo ni hay día desde hace 14 años en que Chávez no fije la agenda y revele por dónde van los tiros. Esa rutina no ha instaurado una revolución, con un cambio de régimen, sino una excesiva concentración del poder y una polarización latente ante la ausencia de partidos de oposición sensatos. ¿Sobrevivirá el (leer más)

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En deuda con las mujeres

Decía Jacqueline Kennedy que el título de primera dama era un nombre más apropiado para para un caballo que para una mujer. Ella fue, a los 31 años, la esposa de un presidente de los Estados Unidos más joven de la historia. Participó de la campaña electoral de su marido en 1960, contra Richard Nixon, hasta con un anuncio pronunciado en fluido castellano. Con otro perfil, Michelle Obama también interviene en forma decisiva en la carrera del presidente, ahora relegido. En su caso, quizá como Hillary Clinton en sus tiempos, con un temperamento avasallador, sin inmiscuirse en los asuntos del Ala Oeste de la Casa Blanca. En general, todas las primeras damas norteamericanas han emprendido causas sociales: Nancy Reagan contra la drogadicción, Laura Bush por la lectura y Michelle Obama contra la obesidad infantil. Ese papel ha sido más discreto en América latina hasta que comenzaron a surgir presidentas con maridos o, como Michelle Bachelet, sin ellos. Ese sesgo debería traducirse en una mejora en los índices de igualdad entre sexos, cerrando la brecha. En (leer más)

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América latina, ausente con aviso

En 2008, el final de la era Bush despertaba ansiedad en todo el mundo por un cambio histórico. Lo fue. Cuatro años después, disipada la novedad, Barack Obama ha rebajado esa cuota de optimismo. Su rival en las presidenciales, Mitt Romney, surgido de apuro en las primarias republicanas, lejos estuvo de hacerse conocer en el exterior. La campaña exhibió aquello que muchos latinoamericanos quisieran tener en casa: respeto a las instituciones y a la división de poderes y, aunque la tentación sea grande, ninguna posibilidad de alterar las reglas para favorecer al presidente de turno. Vistas desde América latina, las elecciones de los Estados Unidos no trascendieron fronteras: quedaron en casa sin despertar demasiado entusiasmo ni expectativas. Pocos mandatarios, más allá de la cercanía con Obama y la lejanía con Romney, se animaron a expresar su simpatía hacia uno o el otro. No es un síntoma de apatía, sino de madurez. Las intromisiones en la política de otros países suelen tener más costos que beneficios, sobre todo por la supina ignorancia de algunos sobre el (leer más)

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Candidatos en sale

Me informa Rufus Gifford, director nacional de finanzas de la campaña Obama for America, que Mitt Romney tenía a comienzos de este mes 34 millones de dólares más que los demócratas y que, en una semana, gastó 57 millones en avisos televisivos “en contra de nosotros”. En el mismo correo electrónico, tras revisar sus registros, me reprocha no haber soltado un solo dólar en el año. Cierto. Para reparar mi error antes de que sea demasiado tarde, me ofrece donar cinco dólares mientras Barack y Michelle, identificados con sus nombres de pila, me piden en otros correos electrónicos que les transfiera esa cantidad o más. Cuanto más, mejor. Desde las antípodas, Romney me confiesa: “Amigo, me postulo para presidente porque quiero ayudar a crear un futuro más brillante y recuperar la fuerza de nuestra nación”. Es la introducción para invitarme a un mitin en Florida del senador Marco Rubio, el primero en la historia de origen cubano. Si dono cinco dólares, procura convencerme, puedo participar de un sorteo para asistir con alguien más a esa (leer más)

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Obama, Romney y los Pieles Rojas

Créase o no, el resultado de 17 de las últimas 18 presidenciales de los Estados Unidos ha estado sujeto a la suerte de los Redskins (Pieles Rojas), equipo de fútbol americano de la ciudad de Washington. La Redskins Rule (Regla Redskins) rige desde 1937, cuando el club se trasladó de Boston a la capital del país. Parece infalible, sobre todo para los apostadores. De ganar los Redskins el domingo previo a las elecciones en condición de locales, gana el martes siguiente el candidato por el partido del presidente o, si lleva cuatro años de gobierno, resulta relegido. De perder, paciencia, gana el candidato por la oposición. La curiosa tradición comenzó en 1940 con la segunda relección de Franklin Delano Roosevelt, demócrata, frente a Wendell Willkie. Los Redskins les habían ganado dos días antes a los Pittsburgh Steelers por 37 a 10. En 2008, las últimas presidenciales, los Redskins cayeron frente al mismo rival, los Pittsburgh Steelers, por 23 a 6. Como presunta consecuencia de ello, o por demasiada coincidencia, el candidato opositor, Barack Obama, derrotó (leer más)

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Durmiendo con el enemigo

Mientras camina por la playa, Joaquim Sassa encuentra una piedra “pesada, ancha como un disco, irregular”. La arroja al mar. “Como no llevaba bolsillos ni bolsa para guardar sus hallazgos, devolvía al agua los restos muertos cuando tenía las manos llenas, al mar lo que al mar pertenece, la tierra que se quede con la tierra”, relata José Saramago en su novela “La isla de piedra”. Luego, Sassa entra en pánico: teme haber provocado la separación de la Península Ibérica del continente europeo. La grieta se abre a la altura de los Pirineos, “convirtiendo ríos en cascadas y avanzando los mares unos kilómetros tierra adentro”. ¿Es culpa de Sassa o de la piedra? En este año crítico para España, el impacto de la piedra arrojada por Sassa quizá sea del tenor de la voluntad de miles de catalanes que, congregados en la fiesta oficial llamada Diada y en el último partido de fútbol del Barcelona contra el Real Madrid, reclamaron la independencia. El presidente de la Generalitat, Artur Mas, intentó valerse del clamor de los (leer más)

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1 + 99 = Estados Unidos

En Mitt Romney encontró su voz un sector de los Estados Unidos. Son los desencantados con las políticas sociales de Barack Obama, renuentes a pagar más impuestos para atenuar la desigualdad y la pobreza. Esa minoría no responde necesariamente al Tea Party, bien representado ahora por el candidato republicano a la vicepresidencia, Paul Ryan, como en 2008 por Sarah Palin, sino a sus impulsos: siente que el gobierno a secas, como prefieren llamar los norteamericanos al denostado Estado federal, está quitándole derechos en beneficio de otros que no han hecho el mismo esfuerzo. No temen perder el empleo, la casa o el seguro médico, sino determinados privilegios. En medio de los debates presidenciales, the wail of the one percent (el gemido del uno por ciento) ha cobrado eco en la defensa de las rebajas impositivas para los más ricos y el aumento del gasto militar que hizo Romney en el primer cara a cara con Obama. En el segundo, el presidente se mostró menos cortés: le recordó que paga apenas el 14 por ciento de (leer más)

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Por qué ganó Chávez

Ni el clientelismo ni la inseguridad ni la inflación ni la corrupción ni la egolatría ni la enfermedad pudieron contra la voluntad de la mayoría de los venezolanos: Hugo Chávez tiene mandato hasta 2019. ¿Veinte años no es nada, como dice tango? En los estándares europeos y norteamericanos, sin contar a México después de la rutinaria saga de siete décadas de presidentes del PRI, no cabe una democracia sin alternancia. En Venezuela, con una participación récord de casi el 81 por ciento del electorado, Henrique Capriles despertó mucha expectativa, pero no pudo contra una realidad: la mayoría prefirió lo conocido, sea bueno o malo. Antes de preguntarle a Chávez qué llevaba en los bolsillos, broche de mis entrevistas con más de 50 mandatarios de diversas latitudes, se me ocurrió plantearle si era de derecha o de izquierda. En su confortable despacho del Palacio de Miraflores, muy suelto de cuerpo, el presidente bolivariano respondió: “Soy de los dos. Creo que hubo un muro ideológico y que se derribó. Hablamos aquí, en Venezuela, de Simón Bolívar, Simón (leer más)

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Brotes de nostalgia

De pronto, Mitt Romney se ufana de su “convicción y pasión arrolladoras” y dice, convencido, que el siglo XXI se perfila como el punto de inflexión en el cual “el mundo libre lidere el mundo entero”. Pierde el tiempo, como cuando intenta vanamente abrir la ventanilla del avión. Quizás algunos norteamericanos se sientan identificados con sus palabras, pero otros, algo más del 47 por ciento (en su léxico, aprovechados «que creen que el gobierno tiene la responsabilidad de cuidarlos»), se preguntan si estará dirigiéndose al electorado de China o de la India, con mayores posibilidades que los alicaídos Estados Unidos de meter baza en este mundo multipolar. No es un problema de Romney, serio rival de George W. Bush en la disputa por el récord de disparates por minuto. Hasta Barack Obama se despachó con una expresión de decibeles parecidos, acaso creyéndose Bill Clinton en los noventa: “Si alguien trata de decirles que nuestra grandeza quedó atrás, que los Estados Unidos están en decadencia, díganles: igual que el siglo XX, el siglo XXI será otro (leer más)

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El bochorno es un viaje de ida

Unos años después de la estrepitosa caída de su gobierno, el ex presidente argentino Fernando de la Rúa acusó a Marcelo Tinelli, conductor de un popular programa de televisión, de haber sido el causante de su desgracia y, en cierto modo, de la consecuente crisis económica y social del país. Era una forma absurda de resarcirse de haber perdido la oportunidad de “poner término a ese espectáculo lamentable de la mofa», como definió la emulación de un mandatario lento y torpe que hacía el humorista Fredy Villarreal. Al final de su presentación, desorientado, el entonces mandatario confundió la salida y terminó siendo más gracioso que su imitador. Más allá de achacarles sus desaciertos a los demás, algo usual en algunos presidentes, De la Rúa admitió que había cometido el error de haber ido al programa para terminar con la parodia de sí mismo. La misma autocrítica podrían hacerse ahora la presidenta argentina, Cristina Kirchner, incómoda y molesta con las preguntas de estudiantes universitarios de Georgetown y Harvard, y su virtual reverso en el conflicto por (leer más)

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Espías honorables

Si “la primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira», como postula Jean-François Revel en su libro “El conocimiento inútil”, ¿por qué no dar por sentados los rumores recurrentes sobre la necesidad del gobierno de los Estados Unidos de apuntalar a Felipe Calderón cuando asumió la presidencia de México, en diciembre de 2006, en vísperas de declarar la guerra contra el narcotráfico; los flirteos con el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva para persuadirlo de espiar a su par venezolano Hugo Chávez y de evitar a su par iraní Mahmoud Ahmadinejad, o la inquietud por la salud mental de la presidenta argentina, Cristina Kirchner? Pudieron ser viles mentiras hasta que Julian Assange, australiano, fundador de WikiLeaks, liquidó la confidencialidad de los despachos diplomáticos. Tarde, el gobierno norteamericano clausuró el Secret Internet Protocol Router Network (SIPRNet). Era el sistema de Internet que utilizaba el Ejército desde el 11 de septiembre de 2001 y a través del cual el soldado Bradley Manning, preso en una cárcel de máxima seguridad, descargó mientras estaba (leer más)

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No bombardeen Buenos Aires

En la película Starship Troopers, estrenada en 1997, no queda piedra sobre piedra en una ciudad cuyas espaldas dan a pura llanura y montaña. Es Buenos Aires, versión Hollywood. En la ciudad real, con su avenida más ancha del mundo coronada por el Obelisco, la montaña más alta suele ser de basura cuando los recolectores deciden hacer huelga en demanda de mejoras salariales. Los protagonistas de la película, Johnny Rico y Carmen, argentinos que hablan inglés, juran vengarse de unos insectos gigantescos que pretenden destruir la Tierra. Ya no existen Washington ni Nueva York ni Los Ángeles, arrasadas en Independence Day y Mars Attacks! En esas ciudades, como en Moscú, caló hondo el discurso bélico de Mitt Romney, aparentemente más interesado que Barack Obama, denostado premio Nobel de la Paz, en ser el comandante en jefe de las fuerzas armadas norteamericanas. El candidato republicano exaltó el escudo antimisiles que, con vista de lince y olfato de sabueso, advierta en las alturas un misil lanzado contra su territorio, o contra el área que proteja desde Polonia, (leer más)