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Por Esteve Giralt | La Vanguardia
La temida edad del pavo se alarga. La adolescencia, ese período vital marcado por unos cuantos cambios, bastantes turbulencias y mucho malestar, dura más que nunca. La nueva frontera se ha situado en los 24 años, como concluye The age of adolescence, informe publicado recientemente por la prestigiosa revista médica británica The Lancet (Child & Adolescent Health). Todo un mundo, porque la llegada a la adolescencia es también más precoz, entorno a los diez años. “La comprensión de un crecimiento que es continuo ha elevado la edad del punto final de la adolescencia más allá de los 20 años”, sostienen.
Los investigadores, tres australianos y una suiza con mucho recorrido en el estudio de la adolescencia, no se limitan a diagnosticar el nuevo escenario; alertan también de la necesidad de reorientar las políticas públicas, legislación e inversiones, ampliándolas a nuevos entornos para adaptarlas a un período de la vida clave en la formación de los adultos del futuro. Más de una década para el crecimiento y la maduración de muchos individuos. “Podría decirse que el período de transición desde la niñez hasta la edad adulta ahora ocupa una parte más grande del ciclo de vida, como nunca antes había sucedido. En lugar de la edad de 10 a 19 años, una definición de los 10 a los 24 años se corresponde más estrechamente con el crecimiento adolescente actual”, defienden en su informe.
“La tendencia en los últimos años desde la psicología es intentar diferenciar una segunda etapa de transición; la adolescencia aparece como el tránsito entre la niñez a la adultez, y como ser adulto es cada vez más complejo en los países desarrollados es como si necesitáramos una segunda transición, es lo que algunos llaman postadolescencia , una etapa entre los 18-20 años hasta los 25-30”, destaca el profesor Feliciano Villar, del departamento de Cognición, Desarrollo y Psicología de la Educación de la Universitat de Barcelona (UB). Mucho ya se ha escrito y debatido del salto cada vez más precoz de los niños y especialmente de las niñas hacia la pubertad. “La pubertad más temprana ha acelerado el inicio de la adolescencia en casi todas las poblaciones”, advierte el informe publicado en The Lancet.
Pero mientras los más pequeños parecen tener prisa para dejar de serlo, intrusos en un mundo que no es el suyo, los adolescentes necesitan ahora más tiempo para madurar y convertirse en adultos, en un escenario que, a priori, sí les debería pertenecer. “Desde un punto de vista cognitivo, de capacidades mentales y razonamiento, uno ya es maduro, adulto, pero debido a la complejidad sobretodo de las sociedades occidentales no puede ejercer todavía los roles adultos, como vivir con independencia de los padres, tener hijos y un trabajo estable. “Todo esto se alarga cada vez más y los jóvenes están como en terreno de nadie”, añade el profesor Villar.
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