Getting your Trinity Audio player ready… Supongamos que un vecino del edificio golpea a la mujer frente a los hijos. Nos consta por el escándalo, en su departamento, y por el carácter de él. Agresivo, generalmente. ¿Qué podemos hacer? Ignorarlo, llamar a la policía o, armados de valor, tocar el timbre. Si vamos solos, quizá todo siga igual y nos ganemos, de puro comedidos, un enemigo que usa el mismo ascensor que nosotros. Si vamos acompañados (por los miembros del consorcio, digamos), quizás el hombre acepte razones y empiece a respetar las normas más elementales de la convivencia. Todo sea con tal de que ella, la mujer, no resulte herida. O más herida aún. Supongamos ahora que el vecino es Fujimori, que el edificio es América latina y que la mujer es la democracia. La mujer puede ser bonita o no tanto, pero no deja de ser mujer. A secas. Así como la democracia, fuerte o no tanto, no deja de ser democracia. A secas, también. En este caso, la mujer, o la democracia, es (leer más)
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