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Política

Barajar y dar de nuevo

La cruda realidad: el mundo gasta casi 190 veces más en armas que en comida Si el planeta interrumpiera por un año el gasto militar, cada uno de sus 6600 millones de habitantes podría recibir, o ahorrarse, unos 200 dólares. Es una utopía, pero no estaría mal. Sólo en 2007, los gobiernos desembolsaron en armas 1,27 billones de dólares. Ese monto astronómico, equivalente al 2,5 por ciento del producto bruto interno mundial, supone 190 veces más que la ayuda mendigada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) a la comunidad internacional: 6750 millones de dólares para paliar la hambruna de 854 millones de personas. África es el continente más pobre; América, el más desigual. ¿Es más urgente aliviar la pobreza o aplacar la desigualdad? El alivio de la pobreza en China y la India no aplacó la desigualdad. En los Estados Unidos, la clase media todavía no recuperó el ingreso real que tenía antes de la recesión de 1991. Los ejecutivos top de las 500 compañías inscriptas en (leer más)

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Fe de erratas

En apenas cinco meses, Chávez cambió abruptamente su visión de las FARC Chávez tuvo una virtud: unió a Colombia. La unió con sus insultos contra Álvaro Uribe, uno de los presidentes con mayores índices de imagen positiva de la historia. La unió con su papel de comedido, más que de componedor, en el conflicto desatado con el presidente de Ecuador, Rafael Correa, por la muerte en su territorio del jefe real de las FARC, Raúl Reyes. La unió, también, con su incendiaria mención en los registros de las computadoras portátiles del difunto como virtual mecenas de la banda que mantiene secuestrada a Ingrid Betancourt y una legión de gente. Chávez tuvo otra virtud: degradó a las FARC. Las degradó con sus flirteos con Reyes y otros cabecillas mientras ponía en ridículo a sus laderos (entre ellos, el ex presidente argentino Néstor Kirchner) en la excursión por la selva colombiana en la cual debían ser liberadas Consuelo González de Perdomo, Clara Rojas y su hijo Emmanuel; como el pequeño, nacido en cautiverio, había sido entregado con (leer más)

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The end

Obama, con su histórica nominación, logró vencer los prejuicios por su juventud En los difíciles años sesenta, Richard Nixon estrenó contra John F. Kennedy el eslogan con el cual Hillary Clinton quiso incomodar en las recientes primarias demócratas a Barack Obama: “La experiencia cuenta”. Y vaya si cuenta. Clave, y decisivo, resultó el aviso televisivo en el cual, mientras los niños dormían, sonaba el teléfono de la Casa Blanca a las tres de la madrugada; quedó claro que ella era la mejor cualificada para atenderlo y responder en el acto ante una crisis internacional. La experiencia de Hillary no influyó entre los más jóvenes; muchos votaron por primera vez en estas primarias y, más allá de la raza, el sexo, la religión y la ocupación, votaron por Obama. En su campaña, las pequeñas contribuciones por Internet, de cinco o diez dólares, terminaron siendo vitales. Los Clinton, mimados por las fortunas que alentaron en los dorados años noventa su progresismo moderado, creyeron que iba a ser más fácil recaudar dinero a lo grande. Así les fue: (leer más)

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Leones por corderos

Sin cuidar las formas, Berlusconi y Sarkozy azuzan el racismo contra los ilegales Durante la campaña electoral, más preocupado por la incorporación de Ronaldhino al Milan que por los desvelos de los mileuristas (aquellos que ganan mil euros por mes), Silvio Berlusconi prometió dureza contra la inmigración clandestina. Cumplió con creces: está en vías de convertirla en un delito en medio de brotes de racismo contra los gitanos rumanos asentados en Roma, Nápoles y Milán. En otro tiempo, la Unión Europea hubiera procurado aplacar sus ínfulas. En otro tiempo, no en coincidencia con su intención de contener a la mano de obra extranjera. De odioso, el asunto pasó a ser crucial. Nicolas Sarkozy no hubiera ganado las presidenciales de Francia si no mostraba firmeza contra la inmigración clandestina. En él, sus compatriotas intuyeron un súper presidente; descubrieron, al poco tiempo, que era demasiado llamarlo súper y presidente a la vez. En apenas un año se divorció de Cecilia Ciganer, se casó con Carla Bruni y batió récords de impopularidad. Pudo ser para hacer promedio con (leer más)