
Crimen y castigo
EE.UU. se apresura a retirarse de Irak después de gastar más que en sus peores guerras En el hoyo atesora Saddam Hussein la novela Crimen y castigo, de Fiodor Dostoievski. Desde marzo de 2003 vive bajo tierra, oculto. Varios meses después, apenas asoma la cabeza, sabe que su suerte está echada. Es el único objetivo que corona el enorme despliegue militar promovido por el gobierno de George W. Bush: derrocarlo, juzgarlo y ahorcarlo. En nada quedan las sospechas sobre las armas de destrucción masiva en su poder y el vínculo con Osama ben Laden. Siete años después, 100.000 civiles iraquíes y 4700 soldados, en su mayoría norteamericanos, han muerto entre más vencidos que vencedores. La guerra se desencadena sin la venia de las Naciones Unidas y gobiernos poderosos como el alemán y el francés que, por respetar la legalidad, se ganan motes odiosos y reacciones destempladas de parte de la minoritaria coalición de los dispuestos. La deliberada manipulación de premisas falsas para apurar la invasión contribuye a arruinar un país diezmado por el régimen de (leer más)