Catalejo

El arte de la provocación

Delirios de magnate: comprarle Groenlandia a Dinamarca, recuperar el control del Canal de Panamá y, por si fuera poco, que Canadá se convierta en el Estado número 51 de Estados Unidos. Cualquiera diría que se trata de fake news si esos tres propósitos no hubieran sido formulados por Donald Trump, mentor de ese latiguillo contra todo aquello que no comulgara con su egolatría. El presidente electo cultiva como en su primer mandato el arte de la provocación. Una forma sencilla de hacer enemigos entre los amigos para negociar después una solución habitualmente rentable para sus intereses. Trump nació en Queens, condado de Nueva York rodeado de islas. Su madre, Mary Anne MacLeod, vino al mundo en una isla. La de Lewis, en el norte de las Hébridas Exteriores, Escocia. No es extraño que, después de haber amasado su fortuna en el negocio inmobiliario, pretenda comprar una isla. No cualquiera. La más grande del mundo: Groenlandia, territorio autónomo perteneciente al reino de Dinamarca. Era uno de los sueños de otro presidente de Estados Unidos, Harry Truman. (leer más)

Política

La única guarida de Maduro

La farsa electoral venezolana se pareció a la nicaragüense. Ambos regímenes son primos ideológicos hermanos. La diferencia radica en los tiempos y las formas de cada uno. El régimen de Venezuela amenaza a la líder opositora proscripta, María Corina Machado, y al candidato presidencial, Edmundo González Urrutia, con encarcelarlos por “acciones terroristas” y otros dislates después de los comicios del 28 de julio. En Nicaragua, Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, más expeditivos y descarados, enviaron a prisión a todos los opositores antes de las elecciones del 7 de noviembre de 2021. Tiempos y formas. Uno, el coloso petrolero, maquilló los comicios como si hubieran sido un ejercicio destinado a revalidar la tiranía, más allá de la falta de evidencias del resultado real. El otro, sin nada de particular en el concierto internacional, hizo y deshizo a su antojo, al margen del estupor de propios y extraños por la ausencia de libertades, la violación de los derechos humanos y la censura. La casa matriz, Cuba, bendijo el esperpento revolucionario de supuesta izquierda (leer más)