Política

Los nuevos indignados

Un año después, los chalecos amarillos siguen movilizándose cada sábado en Francia. Las protestas contra el aumento del precio del combustible pasaron a ser contra las políticas del presidente Emmanuel Macron. Le torcieron el brazo. De menor a mayor, como ocurrió en otras latitudes, una crisis destapó la olla de otra. La de la gobernabilidad en un planeta que gira a varias velocidades al mismo tiempo en función del cabreo de las sociedades. No sólo por razones económicas, sino también en demanda de libertades y de reformas o en contra de la corrupción, del fraude y de la desigualdad. Los nuevos indignados brotan como hongos. La fisura social y política dista de aquella que comenzó en 2008. El gobierno británico vaticinaba un año antes de la crisis hipotecaria de los Estados Unidos una mayor “tensión e inestabilidad tanto en las sociedades como entre ellas”. Eso iba a dar “lugar a expresiones de malestar, como el desorden, la violencia, la criminalidad, el terrorismo y la insurgencia”. Acertó. En 2011 estalló la frustrada Primavera Árabe y aparecieron (leer más)

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La rebelión de los indignados

Sábado 11 de octubre de 2008. Hördur Torfason decide apostarse con su guitarra frente al Parlamento de Islandia y preguntarles a los transeúntes qué está ocurriendo y qué pueden hacer. En medio del caos económico, la gente expresa con un micrófono su desencanto con los políticos y los banqueros. Comienza a gestarse el movimiento Voces del Pueblo. La concurrencia aumenta cada semana. En unos meses, el Parlamento se disuelve. Hay elecciones generales. En un referéndum, los islandeses resuelven no pagarles a Gran Bretaña y Holanda una deuda de 4.000 millones de dólares. Es la piedra de toque del modelo de protesta contemporánea, pero necesita un escenario mayor para globalizarse. Domingo 15 de mayo de 2011. Es San Isidro, patrono de Madrid. Falta una semana para las elecciones municipales y autonómicas. El desempleo y la crispación baten récords. Los indignados hacen suya la calle, sortean las prohibiciones y prometen quedarse en la Puerta del Sol, de Madrid, “hasta que ganéis 600 euros como nosotros”, según me dice uno de ellos. Cumplen con su palabra blandiendo un (leer más)