El hombre que salvó al mundo

Eduardo Sguiglia recrea en su novela La redención del camarada Petrov los pormenores de una decisión que evitó una guerra nuclear entre la Unión Soviética y Estados Unidos




Eduardo Sguiglia: la realidad hecha ficción para contar la historia
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Después de algunas vacilaciones, Juan Meyer decide abandonar sus prácticas médicas con el doctor Salvador Mazza, célebre por sus contribuciones contra el Mal de Chagas en el norte de Argentina, y abrazar una causa. La causa contra el avance de las tropas nazis en la órbita soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Una cruzada personal, en realidad, en la cual, sin abandonar su profesión, pasa a ser el jefe de una unidad de partisanos en el frente soviético desplegado en Bielorrusia con compañeros de varias nacionalidades. La ficción y la realidad van de la mano en la novela La redención del camarada Petrov, de Eduardo Sguiglia.

Sguiglia, rosarino, autor de cuentos, ensayos y seis novelas laureadas, recrea esta vez una negligencia. El teniente coronel Stanislav Petrov, fallecido a los 77 años de edad en 2017, estaba a cargo de las computadoras de un centro de advertencia temprana de la Unión Soviética. Una mañana, la del 26 de septiembre de 1983, recibió una alerta: Estados Unidos había lanzado misiles contra su país. Creyó que era falsa y, sin reportarla a sus superiores, resolvió ignorarla. Esa decisión, más allá del incumplimiento del deber, salvó al mundo una conflagración nuclear entre los dos colosos de la Guerra Fría.

Era una falsa alarma, pero pudo ser real. El protocolo indicaba que debía enviar un informe a la cadena de mando. No lo hizo. Reportó una falla del sistema. Pagó las consecuencias. Petrov admitió años después que no pudo moverse, que se sentía como si estuviera sentado en una sartén caliente. Recibió varios premios internacionales y fue honrado en la ONU, pero nunca se consideró un héroe. El hombre que salvó al mundo, recreado por Sguiglia, se mantuvo en silencio hasta la desintegración de la Unión Soviética.

Así como avanza la noche, avanzan las páginas de la novela. Atrapante. No solo por los datos fidedignos, sino también por la encarnadura de un personaje real, Petrov, con otros de ficción

Todos los caminos de la novela, publicada por Edhasa, conducen hacia la conexión entre la tragedia de los años cuarenta a la que Petrov evitó en los ochenta: “Hay que cuidarse y no tomar vodka, dice Stanislav Petrov para sí, niega con la cabeza y agrega: Eso no es fácil, Juan Meyer, para nada, murmulla. Luego pasa un dedo por su bigote canoso, se pone de pie, sale de la pieza donde estuvo hasta ahora, camina hacia el pequeño balcón que tiene el departamento y mira hacia la calle. Es otoño, y la noche avanza de prisa”.

Así como avanza la noche, avanzan las páginas de la novela. Atrapante. No solo por los datos fidedignos, sino también por la encarnadura de un personaje real, Petrov, con otros de ficción. Eso permite entender la historia no labrada solo por líderes que invierten su vida en subir peldaños. También hay próceres poco conocidos que pueden cambiar su curso en un instante frente a los ideales o la decepción de una era en blanco y negro, como otras, en la cual Sguiglia, economista, exiliado en México durante la última dictadura militar, primer embajador argentino en Angola, colorea el compromiso, la duda y la contradicción.

Jorge Elías

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