
Espías honorables
Si “la primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”, como postula Jean-François Revel en su libro “El conocimiento inútil”, ¿por qué no dar por sentados los rumores recurrentes sobre la necesidad del gobierno de los Estados Unidos de apuntalar a Felipe Calderón cuando asumió la presidencia de México, en diciembre de 2006, en vísperas de declarar la guerra contra el narcotráfico; los flirteos con el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva para persuadirlo de espiar a su par venezolano Hugo Chávez y de evitar a su par iraní Mahmoud Ahmadinejad, o la inquietud por la salud mental de la presidenta argentina, Cristina Kirchner? Pudieron ser viles mentiras hasta que Julian Assange, australiano, fundador de WikiLeaks, liquidó la confidencialidad de los despachos diplomáticos. Tarde, el gobierno norteamericano clausuró el Secret Internet Protocol Router Network (SIPRNet). Era el sistema de Internet que utilizaba el Ejército desde el 11 de septiembre de 2001 y a través del cual el soldado Bradley Manning, preso en una cárcel de máxima seguridad, descargó mientras estaba (leer más)