
Un mundo feliz
En la geografía de la dicha, Chávez pone a Venezuela en un engañoso primer peldaño CARACAS.– En el primer aniversario de la crisis global desatada tras la quiebra de Lehman Brothers, Nicolas Sarkozy insinúa que los indicadores económicos no son fiables si no incluyen el grado de bienestar de la gente. La idea viene rondándole desde 2007. El presidente francés propone medir ahora el índice de la felicidad como en el remoto reino de Bután. Sería un complemento de “la religión del número”, aportada por el producto bruto interno. En eso, en humanizar las estadísticas, ha consistido el trabajo de 18 meses de una comisión internacional de notables presidida por Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía. Desde hace tiempo, la espada más filosa del conservadurismo británico, David Cameron, señala que algo está fallando en las mediciones: “Tendríamos que pensar no sólo en lo que es bueno para meter dinero en los bolsillos de la gente, sino, también, en lo que es bueno para meter alegría en sus corazones”. En 2002, el gobierno laborista de Tony (leer más)