Política

Documento irracional de identidad

“Identidad es una palabra peligrosa”, dispara el historiador británico Tony Judt en el ensayo revisionista y premonitorio Edge People. Tan peligrosa es la palabra identidad que, una década después de la muerte de Judt, siembra de nuevo la semilla de aquello que cosechó las peores catástrofes del siglo XX: el nacionalismo. La división no terminó al final de la Segunda Guerra Mundial. Continuó durante la Guerra Fría. Cayó el Muro de Berlín, en 1989, y dos mundos parecieron integrarse. Era una ilusión óptica. La identidad, esa palabra peligrosa, volvió a enarbolarse. Esta vez, dentro de los países, más allá de las rivalidades internacionales. Le ocurría a Judt: “Crecí en Inglaterra y el inglés es el idioma en el que pienso y escribo. Londres, mi lugar de nacimiento, sigue siendo familiar para mí por los muchos cambios que ha visto a lo largo de las décadas. Conozco bien el país; comparto algunos de sus prejuicios y predilecciones. Pero cuando pienso o hablo inglés instintivamente uso la tercera persona: no me identifico con ellos”. ¿Acaso se identifica (leer más)